En el juicio del pasado jueves 9 de abril delante del Tribunal correccional de París, una mujer es acusada de haber torturado severamente a su marido durante 16 meses, 2 días y algunas horas. Su víctima, Máxime Gaget, testigo principal en el juicio, acaba de publicar un libro, Mi compañera, mi verdugo en la editorial Michalon, donde relata su calvario. Soportó, como Justine, día tras día, las torturas más diversas y eso desde que se trasladó a vivir con su compañera a la que había encontrado a través de Internet.

Salvado justo a tiempo y liberado de su secuestro gracias a la intervención de sus allegados, fue encontrado en un estado catastrófico. Se había convertido en la sombra de sí mismo, irreconocible, cubierto de heridas, de fracturas e incluso había sido amputado de algunos trozos de cuerpo.

¿Por qué no reaccionó? ¿Por qué se quedó inerte? Evocará la vergüenza de la violación de su masculinidad, así como la imposibilidad de levantar la mano sobre una mujer.

Una pasividad como ésta nos puede parecer extraña. En cambio podemos encontrar el signo de un goce inconfesable, indecible, que tiende a mantenerse escondido, relegado al rincón más oscuro de la intimidad de la pareja infernal. ¡Mejor morir que decirlo!

Debido a este suceso, la prensa se hará el eco de lo que parece ser, no el de un caso aislado, sino más bien el de una epidemia planetaria: los hombres víctimas de su compañera, pegados, maltratados, asesinados, serán de ahora en adelante una legión.

Ahora conocemos las cifras. Según el Observatorio nacional de la delincuencia y de respuesta penales, 149.000 hombres han sido víctimas de violencias en el seno de su pareja en 2012 y 2013,  contra 398.000 mujeres. Peor todavía, en Francia, “cada 14,5 días, un hombre muere a causa de los golpes recibidos por su compañera”, precisa el ONDRP. Por otra parte, en los Estados Unidos, el número de hombres víctimas de violencias conyugales es mayor que el de las mujeres. En muchos países los organismos competentes van a desarrollar estructuras de ayuda para los hombres maltratados. La primera asociación fundada en 2009 en Francia, SOS hombres maltratados, confirma recibir alrededor de 2500 llamadas y correos electrónicos cada año. Y eso no tendrá  en cuenta que una ínfima minoridad de víctimas, ya que la mayoría de ellos no dicen ni pío…

 ¿Qué extraño fenómeno está dando a luz en nuestra sociedad postmoderna bajo la especie de hombres maltratados por mujeres?

El discurso analítico ha puesto de relieve las incidencias del fantasma inconsciente Un niño es maltratado dirigiendo en secreto la economía del goce, incluso en los mismos arreglos secretos y tácitos que se aparejan dentro de los compañeros parlantes, como una suplencia de la relación sexual que no existe. La experiencia analítica nos enseña que cada hombre, incluido el más déspota, puede encontrar al lado de su dulce Handscha, su Zénobia, o su Wanda “a sufrir y soportar los horribles tormentos”, como lo escribe Leopold Von Sacher-Masoch. Y esto, lo sabemos, puede ir desde “las cosquillas al asado”.

Pero se impone una diferencia entre lo que viene del exquisito teatro de la puesta en escena masoquista donde el semblante reina, y la realización brutal, incluso salvaje del pasaje al acto donde los huesos están rotos, la carne quemada pero de verdad. En el primer caso se va a honorar al Otro, al que el perverso le hace existir a través de su goce, y en el segundo se demuestra en el acto que el Otro, así como el Padre, no existe.

Esthela Solano
Traducido por Soledad Gallego