Por Jacques-Alain Miller

En ninguna parte del mundo existe Diploma de Psicoanálisis. Y no por azar o por inadvertencia, sino por razones debidas a la esencia de lo que es el psicoanálisis.

No se ve cuál podría ser la prueba de captación que verificaría al psicoanalista, ya que el ejercicio del psicoanálisis es de orden privado, reservado a la confidencia que el paciente hace a un analista de lo más íntimo de su cogitación.

Admitamos que el analista responde con una operación, que es la interpretación, y que se dirige a aquello que denominamos el inconsciente. ¿Podría constituir esta operación el material para esa prueba? – dado que la interpretación no es la culminación del psicoanálisis y que cualquier crítica de textos, documentos e inscripciones, también la emplea. Pero el inconsciente freudiano sólo se constituye en la relación de palabra que ya he mencionado, no puede homologarse fuera de ella. Además, la interpretación analítica no prueba nada en sí misma, sino por los efectos, imprevisibles, que suscita en aquel que la recibe, y ello en el marco de la misma relación. No hay salida.

El resultado es que debería recibirse al analizante para que, él sólo, atestara la capacidad del analista, si no fuera que su testimonio está falseado por el efecto de transferencia que se instala de entrada y a sus anchas y no da ningún seguro con respecto al trabajo que se ha hecho. Todo ello deja ya entrever que el único testimonio que podría recibirse sería el de un analizante postransferencia, pero que quisiera servir aún a la causa del psicoanálisis. Lo que aquí designo como el testimonio del analista es el núcleo de la enseñanza del psicoanálisis, en tanto que éste responde a la pregunta de saber qué es lo que puede trasmitirse al público de una experiencia esencialmente privada.

Jacques Lacan estableció este testimonio bajo el nombre de “el pase” (1967); y dio el ideal de esa enseñanza, el mathema* (1974). De uno a otro, hay toda una gradación: el testimonio del pase, todavía sobrecargado con la particularidad del sujeto, está confinado a un círculo restringido, interno al grupo analítico; la enseñanza del mathema*, que debe ser demostrativa, es para todos -y es ahí donde el psicoanálisis se encuentra con la Universidad.

La experiencia se realiza en Francia desde hace catorce años; ya se ha dado a conocer en España desde hace cuatro años a través del Seminario del Campo Freudiano; tomará desde enero próximo la forma de la Sección Clínica.

Debo dejar bien claro qué es y qué no es esta enseñanza.

Es universitaria; es sistemática y gradual; la imparten responsables cualificados; se sanciona con Certificados y Diplomas.

No es algo que habilite para el ejercicio del psicoanálisis. El imperativo formulado por Freud a partir de 1910, que un analista sea analizado, fue no sólo confirmado por Lacan sino radicalizado desde el momento en que un análisis no tiene otro fin propio que la producción de un analista. Añadamos que la transgresión se paga cara y en todos los casos a cuenta de aquel que la comete.

Ya sea en París, en Bruselas o en Barcelona, ya sean modalidades públicas o privadas, esta enseñanza es de orientación lacaniana. Aquellos que la reciben se definen como participantes: este término es preferible al de estudiante, para subrayar el alto grado de iniciativa que se les pide. El trabajo que ofrezcan no les será expropiado: depende de ellos.

No existe paradoja en plantear la más estricta exigencia para aquellos que se ponen a prueba en una función de enseñanza sin precedentes, ya que el saber enseñado, si obtiene su autoridad por su coherencia, sólo encuentra su verdad en el inconsciente, es decir, en un saber en el que no hay nadie para decir “yo sé”. Lo que se traduce en lo siguiente: que sólo se dispensa una enseñanza en el Campo Freudiano a condición de sostenerla con una elaboración inédita, por modesta que sea.

Se empieza, tanto en España como en Bélgica, por la parte clínica de dicha enseñanza. La clínica no es una ciencia, es decir, no es un saber que se demuestre. Es un saber empírico, inseparable de la historia de las ideas. Al enseñarlo, no sólo estamos supliendo las debilidades de una psiquiatría de la que el progreso de la química ha dejado de lado a menudo su tesoro clásico; introducimos también un elemento de certeza (el matema de la histeria).

En el futuro, las presentaciones de enfermos vendrán a consolidar esta enseñanza. Más adelante, se añadirá el ámbito llamado en Francia de “Études Approfondies”, cuyo resorte es la redacción de una tesis de Doctorado. De acuerdo con lo que se hizo antaño bajo la dirección de Lacan, nosotros procedemos paso a paso.

Jacques-Alain Miller
15 de Agosto de 1988
* Del griego mathema, lo que se enseña.