Momentos críticos en la cura

  1. In limine

El tema escogido para nuestra próxima conversación clínica  es novedoso, aunque la novedad no es que existan situaciones en el tratamiento psicoanalítico en las que se presentan dificultades inesperadas que el analista debe resolver, sino el hecho de tratarlas bajo el denominador de “momento crítico” junto a  las respuestas que se esperan del analista en estos momentos. Se trata pues de definir qué es un “momento crítico”. En principio, se trata de momentos de apuros, momentos de aprieto. En el “Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11”[1]Lacan invita a los analistas a preguntarse cómo los analistas pueden consagrarse a satisfacer esos casos de urgencia, es decir, a consagrarse a una práctica que no tiene otro término que la satisfacción que marca el fin del análisis.[2]

En este texto, hablaré sobre el tema de los momentos críticos únicamente en el tratamiento de la neurosis. Es conocido el chiste de Karl Kraus que mejor podría definir las palabras del neurótico ante una situación crítica: “Die Lage ist Hoffnungslos aber nicht ernst”(“La situación es desesperada pero no grave”). En el momento crítico el neurótico se asienta siempre en esa vacilación que confunde la desesperación y la gravedad. El analista es alguien supuesto haber dejado esta posición, aunque muchas veces pueda flaquear a la hora de responder con el acto analítico.

Empecemos, pues. Para ello, no se me ocurre nada mejor que hacerlo con Freud, siempre bienvenido. Tomaremos el “caso Dora”. Convendremos todos que es fácil ubicar el momento crítico en el caso. Freud mismo lo señala veinte años después, al volver sobre él, cuando declara su equivocación al interpretar la transferencia. La posición de Freud era: “la Sra. K no es nada para usted, es al Sr. K a quien usted desea”. En otras palabras, Dora busca una mujer y Freud le responde: “Lo que le hace falta es un hombre”. He aquí pues un ejemplo de momento crítico que va a dar un giro brusco a la cura. Jugando a prestarse ser “todos los hombres” Freud recibirá como respuesta una bofetada: Dora sale de la escena dejando plantado a Freud. La salida de Dora es un pasaje al acto que se produce bajo la forma de la conservación de la identificación fálica.

 

  1. Momentum

¿Cómo entender la expresión “momento crítico”? La palabra “momento” viene del vocablo latino momentumque significa movimiento. Justamente, en el Seminario sobre La angustia, Lacan construye un cuadro a partir de dos coordenadas, la del movimiento y la de la dificultad. A partir de ellas, analiza diferentes formas de detención del movimiento.

Si tomamos la palabra “momento” en relación a la angustia lo primero que vemos es que se presenta en su dimensión de discontinuidad, como un corte temporal, una discontinuidad que es homóloga a la discontinuidad propia del significante. Sin embargo, de otro lado, cuando se trata de la angustia, nos encontramos con un segundo tipo de discontinuidad. Lacan lo recuerda a propósito del “caso del hombre de los lobos” al analizar el episodio de la alucinación del dedo cortado.

Del relato del recuerdo del “hombre de los lobos” se desprende la imposibilidad con la que se encontró de hablar de esa alucinación: el “hombre de los lobos” no pudo comunicar el sentimiento que le produjo dicha experiencia, ni siquiera bajo la forma de una llamada cuando tenía a su alcance precisamente la persona más adecuada para escucharla: su bien amada Nania.

El mutismo del “hombre de los lobos” le sugiere a Lacan la idea de que “no es sólo en un estado de inmovilidad en lo que se hunde, sino en una especie de embudo temporal[3]. Con ésta descripción trata de expresar ese momento crítico que califica a continuación como “abismo temporal”. Vemos aquí el esfuerzo de Lacan por nombrar lo real de la angustia en el momento en el que el tiempo se detiene y queda en suspenso. Las expresiones “mutismo aterrado”–“embudo temporal”–“abismo temporal” constituyen una metonimia congelada, más que una inhibición se trata de un impase en el movimiento.

 

  1. Embarazo y pasaje al acto

Lacan muestra las diferentes modalidades clínicas que puede tomar un momento crítico. Por ejemplo, llama “embarazo” a lo que Freud designa como una “interrupción del desarrollo de la angustia”. La palabra misma proviene de “embarazar” que significa ‘impedir, estorbar’. Se trata de un instante en el que una situación comienza a desarrollarse cuando el sujeto está embarazado por algo. Lacan presenta varios ejemplos clínicos del embarazo, entre ellos los casos de Dora y de la joven homosexual.

En el “caso Dora”, Lacan toma la escena del lago y se centra en el episodio donde el Sr. K le dice a Dora que su mujer no es nada para él. Dora se siente embarazada, es decir, la barra está sobre el sujeto[4]. Al instante, Dora le da la bofetada al Sr. K. : pasaje al acto. Lacan muestra que ese instante, en el que ella estaba en suspenso, antes de pasar al acto, es un momento de embarazo.

En segundo lugar, en el comentario sobre el “caso de la joven homosexual”, Lacan analiza el momento en el que cae sobre ella la mirada de su padre mientras paseaba del brazo de la dama y destaca también que su embarazo es seguido, a continuación, por un pasaje al acto, saltando al foso del tranvía (Niederkommen). Vemos que, en ambos casos se trata de la misma estructura: ante algo que no puede impedir que comience y que deja al sujeto en el embarazo, el sujeto se queda a las puertas de la angustia. En las dos secuencias descritas, vemos un momentos crítico caracterizado por la detención del movimiento, detención que entraña el embarazo y que solo se resuelve en el pasaje al acto.

En el cuadro de Lacan hallamos también tres formas privilegiadas de detención del movimiento. Son tres formas de inhibición en el sentido más amplio de la palabra. Cada una de ellas está en relación con un modo de acto particular: el impedimento se sitúa del lado del acting outy el embarazo del lado del pasaje al acto.

Si seguimos las coordenadas del cuadro, nos damos cuenta que, en el vector del movimiento, el pasaje al acto se perfila como una barrera a la angustia en relación al embarazo y, en ese mismo vector –en relación al impedimento– encontramos el síntoma delante del acting out.

Si, ahora, prestamos atención a la triada de los términos freudianos abordados por Lacan (la diagonal que va desde la inhibición, al síntoma y la angustia) comprobamos  que  el impedimento surge sobre fondo del síntoma y, también,  que la angustia implica que el sujeto está ya en el embarazo.

La columna de la derecha del cuadro muestra el lado de la fascinación del sujeto.

El lugar diferente de las tres modalidades del acto corresponde a una relación diferente del sujeto con el objeto. En el acting outel objeto es mostrado, el objeto se muestra sobre la escena y es por esta razón que es un llamado a la interpretación, un llamado a volver a establecer el sujeto en el lugar del Otro, es decir, a interpretar el objeto pulsional en el registro del significante. Interpretar el acting outsignifica sintomatizarlo, mostrar su carácter sintomático.

Finalmente, en el caso del pasaje al acto, el sujeto “se barra”, sale de escena ante la irrupción del objeto, momento de separación del Otro haciendo imposible que el sujeto encuentre su lugar en el Otro.

 

  1. Lapsus del acto y pasaje al acto

Lacan trató de situar los momentos críticos de un análisis en relación al lapsusdel acto analítico. Lo hace al abordar el caso de Ernst Kris conocido como “el hombre de los sesos frescos” y del “caso de perversión transitoria” de Ruth Lebovici. Tomemos éste último, a modo de ilustración clínica[5].  Se trata de un caso de perversión transitoria en un hombre cercano a los treinta años, muy dependiente de su madre y que sufría de un complejo por causa de su altura. Tiene un sueño en el que su madre, armada con un spray para matar moscas, le persigue. La analista le da una interpretación que desplaza la atención del paciente a los elementos de la realidad. El paciente se percata pronto que está mirando intensamente las piernas de su analista. Entonces,  la analista le dice a su paciente que él sabe muy bien que no ocurrirá nunca nada y añade, como medida de seguridad, que está casada. Esta interpretación provoca un pasaje al acto en el registro de la perversión. El paciente intenta ver la nada que nunca ocurrirá, una “nada” que está entre las piernas de las mujeres. El paciente empieza a espiar a través de una mirilla que encuentra en los baños de un cine.

Lacan aísla dos puntos específicos en este caso de Ruth Lebovici:

En primer lugar, el analista se equivoca al interpretar los sueños del analizante en términos de su miedo a su madre fálica (aún siendo cierto en la realidad). La razón es muy simple. Como analista y, por tanto,  en la transferencia, ella está en el lugar de la madre fálica y,  si hace una interpretación respecto a esta figura, lo que dice es tomado como emanando de esta madre.

En segundo lugar, al acorralar a su paciente, ella no puede soportar el tener que encarnar el lugar del objeto. En efecto, la analista sitúa la fantasía del paciente al nivel de la realidad, escapándose de la situación haciendo una interpretación según la cual él no debe desearla ya que hacerlo es “imposible”.

En este caso, al interpretar sobre la base de lo que no ha sido analizado suficientemente en ella, la analista se encuentra en una relación dual y, de este modo, queda atrapada en su contratransferencia, es decir, en su propia fantasía. En este ejemplo, el inconsciente del paciente se manifiesta como un acto en relación a la posición del analista. El saber no es de ninguna ayuda aquí, ya que solo el análisis puede ahorrar al analista este tipo de impasse

 

  1. In dire straits.

Freud fue el primero en constatar la dificultad que embaraza a los psicoanalistas, a saber, el hecho de que un análisis no se reduce al despliegue automático de los significantes. Si los analistas se sienten embarazados es porque son ellos mismos quienes se oponen a este automatismo. El analista es ese grano de arena que se introduce en el engranaje de la cura. El analista está por algo en la cura, no puede reducirse al significante cualquiera al que el analista engancha su palabra inaugural. Si este significante cualquiera (Sq) basta al comienzo, la llegada necesita que sepa hacer ahí no solo con los significantes sino con el objeto que el analizante arrastra tras él.

¿Cómo plantea Lacan el problema del final del análisis? Al final del análisis la dificultad puede ser resuelta a partir del deseo del analista. La idea de Lacan es que el analista debe tomar a su cargo la dificultad con la que el analizante se topa la de hacer el duelo por ese objeto con el que sostenía la creencia en el Otro, creencia de depende de su fantasma.

Es un momento de impase, es un momento crítico que Lacan aborda en el escrito Observación sobre el Informe de Daniel Lagache, indicando que el término del análisis se manifiesta a menudo como un “estado de elación maniaca”, momento especial de modificación del humor.

La expresión “término del análisis” implica que no se trata  del “fin del análisis” ya que, entre ambos, hay una zonapara recorrer. Lacan lo señala así: “Pues incluso si es su término, no es el fin del análisis, y aún si se ve en ello el fin de los mediosque el análisis ha empleado,no son losmedios de su fin[6]. Esta es una indicación precisa que apunta al hecho de que el analista debe ser capaz de continuar el análisis cuando la transferencia ha sido dañada, esto es: el analista debe mantener la posibilidad de que el analizante vaya más lejos cuando la transferencia está afectada.

En su crítica Lacan hace una interpretación precisa al señalar que es menester ir más allá de los medios del analista que no son otros que los propios del Sujeto-supuesto-Saber en los que se sostenía la transferencia, una vez se ha producido la reducción de los ideales de la persona. Lacan se está refiriendo aquí a un momento crucial al final de un análisis, cuando el sujeto ya no se experimenta sostenido por sus ideales, sino como objeto (a) del deseo, es decir, cuando el trabajo del analizante le ha permitido pasar de la posición de sujeto del significante (posición de la cual está destituido) a la posición de objeto real.

Este fase crucial corresponde a una fase especialmente crítica en la que el sujeto barrado y el objeto no son ya dos aspectos de lo mismo, sino que se presentan como dos cosas heterogéneas. Para que el trabajo del sujeto le permita pasar al estatuto de objeto es necesario que algo lo fuerce a ello, se necesita un acto que es responsabilidad del analista. En esta encrucijada, el analista debe contar con los medios para acompañar al sujeto en un momento en el que sus identificaciones ya no lo sostienen. En definitiva, el analista debe entonces contar con los medios para acompañarlo. Para ello, se necesita que él haya pasado por eso mismo en su propio análisis. Será pues su certeza la que sostenga el trabajo del sujeto en ese momento, cuando antes lo sostenía la suposición del saber.

Al decir “fin de los medios” Lacan alude a un momento en el que el analizante ya no está en el terreno de los ideales, sino en el de una realización subjetiva producida cuando el sujeto se experimenta a sí mismo como objeto. Se trata pues de un momento de ser: el sujeto faltaba en ser y, de golpe, es. Mientras faltaba en ser se identificaba. Ahora que es deja de ser alguien y pasa a ser algo. Momento difícil ya que ser algo es muy incómodo. Surge entonces un humor profundamente depresivo y es por eso también que la clínica del pase es una clínica en la que el analista debe ser muy prudente y, a la vez, muy decidido. Si retrocede en ese momento crucial, dejará al analizante en un punto de sufrimiento del que puede servirse luego para negociar la cuestión del ser. Pero, justamente, la ética del psicoanalista no se negocia en el sufrimiento. El analista es quien, por tener el recuerdo de haber ocupado realmente ese lugar de objeto y, por tanto, haber atravesado esa experiencia en su propio análisis, puede ahora ocuparlo como semblante. Es lo que Lacan se lee en “La dirección de la cura”: “el analista está tanto más seguro de su acción cuanto menos interesado está en su ser”[7]. En el pase el sujeto deja de hacer lo que hace el neurótico, pensar que su ser está en el objeto (a) del fantasma.

Vicente Palomera


[1]Lacan, J., Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p. 601.

[2]Acerca de la diferencia entre “término” y “fin” diremos algo al final de este texto.

[3]Lacan, J., Escritos, siglo XXI, México, 1984, p. 374

[4]En palabra francesa embarrasse deja escuchar mejor la barra (barre) sobre el sujeto.

[5]Lacan, J., “La dirección de la cura y los principios de su poder”, en:  Escritos, siglo XXI, Buenos Aires, 1984, pp. 589-591.

[6]Lacan, J., Escritos,  siglo XXI, Buenos Aires, 1984, p. 661 (el subrayados es nuestro).

[7]Lacan, J., op. cit. p. 567