La acción del analista, -la interpretación-, es presentada por Freud ligada a la transferencia (1). Si pone el acento en sus obstáculos y tropiezos es porque son la brújula para situar las resistencias cuya raíz libidinal se inserta en las mociones pulsionales infantiles. Así, en el marco de la transferencia, se perfila su núcleo opaco, signo de que el objeto se pone de por medio. De aquí que las resistencias ejerzan efectos inhibitorios. El amor de transferencia puede convertirse fácilmente en uno de ellos.
Los obstáculos libidinales que se presentan del lado del paciente pueden poner en peligro la continuación de la cura. Pero, Freud insistió aún más en textos y correspondencias, sobre el peligro que se presenta del lado del analista. Cuando éste no renuncia a sus satisfacciones libidinales (2) los escollos de la cura desembocan en alguna forma de acting out, -repetición en acto de algo que, por efecto de la represión, no puede llegar al decir-.
En otras palabras en una “transferencia salvaje”, expresión que Lacan pone en juego en esta cita como una consecuencia de lo que opera como impedimento; un efecto de cierre del inconsciente.
No viene mal recordar que Freud siempre insistió, sin concesiones, sobre la necesaria disimetría entre el analista y el paciente. Desde los comienzos en relación a la huida de Breuer y hasta el final ante las innovaciones de la técnica activa de Ferenczi a las cuales se opuso con firmeza, como lo confirman los últimos años de su mutua correspondencia (3). No se trata de satisfacer las pasiones del ser, de uno o de otro lado. Por el contrario, se trata de evitar cualquier intento de apaciguar la pulsión ya que hacerlo tendría como consecuencia su repetición en acto.
La pregunta entonces sería: ¿está planteando Lacan con esas dos frases dos dimensiones divergentes? O ¿serían una el espejo de la otra? ¿Una afirmación irónica para aludir al hecho que la cura analítica no se conduce en una dimensión de yo a yo? (4)
En la relación analista-analizante no se trata de ninguna forma de reciprocidad por la cual se caería en el engaño del inconsciente. Por el contrario, Lacan habla de “disparidad subjetiva”, ya en la primera página del Seminario 8 (5).
No es el Yo del analista lo que se ha de poner en juego sino el objeto del cual se supone hace semblante: el mismo que con su actividad subvierte al sujeto. Lacan demostró en el comentario de “El caso de la joven homosexual y de “El hombre de los sesos frescos” que el acting out del paciente interpela las falsas capturas y los espejismos de la verdad en los que puede caer el analista. Si hay en esas manifestaciones del inconsciente algo que constituye una demanda es una demanda más allá del amor; demanda de una interpretación más justa.
“Los psicoanalistas por querer tranquilizarse a sí mismos… (sobre el inconsciente)… lograron olvidar el descubrimiento. No se puede volver tranquilizador lo Unheimlich, el inconsciente no es tranquilizador.” (6)
Valga esto como advertencia.
Shula Eldar
Referencias:
(1) Freud, Sigmund. Puntualizaciones sobre el amor de transferencia. O. C. tomo XXII. Amorrortu. 1975. Pp. 159-175.
(2) Freud, Sigmund. Ibid.
(3) Freud Sigmund y Ferenczi Sandor. Correspondence 1920-1933. Les anées douloureuses. Tomo III. Calmann_Lévy. Paris. 2000.
(4) Lacan, Jacques. La equivocación del sujeto supuesto al saber. Otros Escritos. Paidos. 2012. P. 350.
(5) Lacan Jacques. La transferencia. El Seminario. Libro 8. Paidós. 2003. P.11.
(6) Lacan, Jacques. La equivocación del sujeto supuesto al saber. Op. Cit. P. 349.
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