Palabras inspiradas por La Gioconda

Hay lugar para la sonrisa si los principios del psicoanálisis no desfallecen en la época del Otro que no existe y femenino.

Los comienzos de análisis son muy variados, bien lo recuerdan Estela Paskvan y Gustavo Dessal en la presentación de la Conversación Clínica de este año. La formalización sintomática de los comienzos urge de los finales.

Entre los primeros y los segundos conviene situar el trenzado del umbral de la experiencia analítica y sus satisfacciones.

 

La clínica de la suposición de saber del síntoma.

Vayamos por partes.

La formación del analista supone saber y hacer en las aperturas y en los finales de la experiencia analítica. También del trenzado entre verdades y satisfacciones en el umbral que conecta los inicios y los términos.

Quizá uno de los textos de clínica más citados sea CsT –Clínica bajo transferencia– de Miller. Esta exposición de 1982 se enmarca en un retorno a la clínica después de la disolución de la Escuela Freudiana de París. Una Escuela enredada en el gimnasio teórico.

CsT ha sido colofón de todo ensayo clínico psicoanalítico hasta fecha reciente. Su elucidación es diáfana. Al comienzo está la transferencia y sus supuestos. El síntoma por el que demanda el candidato reclama interpretación. Y si esta falla lo suficiente asistimos a la erección del campo de los significantes transferenciales.

 

Esta primera clínica psicoanalítica se elabora con el saber de la transferencia. Explicita este saber des—suponiéndolo y se formaliza con el algoritmo de la transferencia. La clínica dice y hace con las suposiciones encadenadas del saber del inconsciente freudiano y relata el levantamiento del síntoma.

Produce crédulos del inconsciente y es terapéutica. Pero no lo es todo.

 

La perspectiva de las sutilezas de la clínica del sinthome.

Hay el inconsciente incrédulo que merece otra clínica. La del inconsciente que tropieza, la del une—bévue lacaniano.

Va más allá del descifrado del saber del inconsciente y nos sitúa en la senda de la inadecuación entre el goce y lo mental. Es la clínica de la experiencia de la locura de cada cual. Farfulla las sutilezas de los restos incurables. Trabaja con las hebras del sinthome.

Entre la entrada a la experiencia del análisis por el saber supuesto al síntoma y este otro tiempo desanudado de lalengua de cada cual está el atravesamiento de un umbral.

Considero que la clase del 10 de diciembre del 2008 empalma bien con CsT. Es la clase del curso Sutilezas analíticas dedicada a la clínica bajo sinthome. La podemos anotar como CsSth.

El umbral es atravesado cuando muta el analizante. Si vive la experiencia de ser hablado sin sentido, experimenta el deseo inédito del psicoanálisis: ser un hablante hablado, ser un parlêtre.

El umbral del análisis enhebra los éxitos y los fracasos del sujeto bajo transferencia con el parlêtre bajo sinthome.

 

Una viñeta. El gusto que se hable.

El inhibido entra en análisis bajo la égida de grandes significantes que dicen de su ambivalencia oral y ambiciosa. La presencia de saint laurent es la boya de la escena muda, virginal, del panorama fantasmático acotado entre la santidad y la moda.

¿Cómo traspasa el umbral que lo muta en parlêtre? Frena el hablar de púlpito y da paso al embrollo de espiar y expiar. Esta en souffrance mientras no vive el gusto de los tropiezos que le hablan. Y sale del suspenso por un enjambre de neologismos –llauraor, llaurer, llorà…-. No son todos.

Son neologías construidas con hilachas de la lengua que “más allá del discurso del inconsciente, apuntan a restituir, en su desnudez y su fulgor, los azares que lo llevan a diestra y siniestra”. Son restos de encuentros iniciáticos con la muerte muy temprana de la nena del parvulario y de la abuela matriarca en la pubertad, con la nostalgia bucólica de la masía solariega perdida y con el sexo apañado adolescente. Restos de descifrados, cicatrices, recortes del inconsciente sintomático de la hystoria. Son fonaciones de algunos broches de acontecimientos. Si no son todas, hay otras dimensiones… Lo unerkannte, lo no reconocido, es una cabeza de medusa.

Este párrafo de la página 96 de Sutilezas analíticas apunta a la práctica postjoyciana del j’ouïs sens –del oigo sentido-.

Pero también apunta al comienzo del análisis, al retorno esclarecido sobre el sentido gozado de algunos de los significantes transferenciales que se erigieron en ese momento. Momento que en el discurso del inconsciente transferencial condensó formaciones reactivas sintomáticas.

La clínica postjoyciana apunta a otro retorno más, a los principios de la política del psicoanálisis. La risa enigmática de La Gioconda es un buen retrato para colgar en el frontispicio de la Escuela después de Zadig.

La Gioconda sonríe viendo pasar bajo los pórticos de la Escuela a cada cuál con su locura y su cosa femenina. Entran de uno en uno al mundo del no—todo a cuestas.

 

Francesc Vilà