Uno vislumbra ahora formas diferentes según que sólo el afecto haya sido reprimido {desalojado} por proyección, o lo fuera también el contenido de la vivencia… En esta segunda alternativa, la única de que yo tenga noticia exacta, el contenido de la vivencia retorna como un pensamiento en forma de ocurrencia, o como una alucinación visual o sensorial. El afecto reprimido parece retornar siempre en alucinaciones de voces.

Freud, Sigmund. Fragmentos de la correspondencia con Fliess (1950 [1892 – 1899]) Manuscrito K. Las neurosis de defensa. (Un cuento de Navidad) (1º de enero de 1896) Amorrortu editores, Buenos Aires 1986, Vol I, p. 267

Paranoia

El Manuscrito K, del 1º de enero de 1896, muestra lo que preocupa a Freud: las neurosis de defensa. Plantea cuatro tipos y muchas formas: histeria, obsesión, paranoia y amencia alucinatoria aguda.

Es una referencia muy temprana en la elaboración de las respuestas del sujeto ante el encuentro con lo real de la sexualidad, en la que pone a prueba el término de represión, como mecanismo central de la producción de síntomas.

Observa que la experiencia de lo que llama “la vivencia primaria” y sus vicisitudes, experiencia común a todas las estructuras, en la paranoia se manifiesta bajo una forma diferente: como alucinaciones y percepciones de voces.

Es el comienzo de la pregunta que desplegará exhaustiva y genialmente, en el caso Schreber.

Rescato ese término común e inaugural, para todas las estructuras: la “vivencia primitiva”, experiencia placentera que, en la contingencia de los encuentros, puede llegar a ser displacentera y manifestar ese afecto, de diferentes formas.

Hoy no se nos escapa que, de la lógica de su articulación en los estadios y procesos de subjetivacion por los que todo ser parlante atraviesa, dependerá la buena manera o no, que tengan de anudarse los tres registros de lo real, lo simbólico y lo imaginario.

Y la sintomatización diferencial, de ese encuentro, es lo que Freud trata de esclarecer con los conceptos con los que cuenta en ese momento inicial.

Digamos que tomar la vivencia y el placer, nos remite – con Lacan- , al acontecimiento de cuerpo, como sede de esa vivencia y a lo real del goce.

Freud afirma que lo descubierto en los paranoicos (patológicos, aclara), es “que intentan defenderse contra una erotización de sus tendencias sociales” y extrae de ello la hipótesis siguiente: “el punto débil de su evolución (…) (se halla) en el camino entre el autoerotismo, el narcisismo y la homosexualidad”.

Es conocido el lugar central que le concede a la homosexualidad. ¿Por qué?

¿De qué parte para sostener esta afirmación? De la teoría sexual. Y su impacto en el cuerpo.

Entre el autoerotismo y el narcisismo, sucede ese tomarse a sí mismo como objeto erótico, libidinal. Es una condición indispensable para pasar a la elección del objeto tercero, afirma Freud. Conviene no olvidar que ésta es una condición que se realiza bajo el régimen de la no diferencia sexual, en tanto “aún no ha operado para el sujeto la fase del complejo falo-castración “. Que no ha llegado a la heterosexualidad, dice Freud.

Esto es de una enorme importancia, en tanto supone que puede “estancarse en el estadio autoerotismo-narcisismo” o bien, pasar a otra modalidad de goce.

Es obvio que para Freud, estancarse en la teoría sexual infantil, es quedar bajo el “todos los seres vivos poseen los mismos órganos genitales”. Y también es obvio, que asumir la diferencia sexual, exige la operación lógica del falo-castración. Lo previo a esta lógica, reduce a todos a lo homo, nos dice allí Freud.

En ese sentido es que Freud advierte que aquellos que se han quedado fijados al goce del narcisismo “corren peligro de que una crecida de libido sexual,” – es decir, el encuentro con un goce inédito-, “que no encuentre otra derivación distinta, imponga una erotización (…) un avance de la libido demasiado poderosa que rompe los puntos débiles de los diques que trazan su curso”. Esta ruptura de los diques, localiza la disposición a la enfermedad, en este caso, de la paranoia.

Si la histeria y la obsesión, traducen el encuentro entre la vivencia primaria y el placer, en un síntoma primario como defensa, en la paranoia, Freud encuentra que el displacer producido, se atribuye al prójimo. Y resulta como afecto, la desconfianza.

Dicho de otro modo, no hay una formación sustituta debida a la represión y el retorno de lo reprimido no se traduce como síntoma primario. Toma otra forma: 1) la desconfianza, el goce cae sobre el Otro y 2) otros des-enlaces: las alucinaciones y las percepciones de voces- resultado de un retorno de otro orden que el que impone la represión: el de un real.

Si bien no nombra aquí la forclusión, lee como análoga la disposición a la esquizofrenia de Kraepelin y Bleuler. Es cierto que no lo hizo sin prometer fundamentar las distintas diferencias entre las formas y los desenlaces, y a estudiar en cada uno de ellos. Cuestión que no dejó de esclarecer.

Mónica Unterberger


REFERENCIAS:

(1) Freud, S. – Manuscrito K. Las Neurosis de Defensa. Un Cuento de Navidad, O.C. Tomo IX, Biblioteca Nueva, p. 3533.
(2) Freud, S.- Observaciones sobre un caso de paranoia autobiográficamente descrito, O.C. Volumen II, Editorial Biblioteca Nueva, 1948.