En la historia del psicoanálisis hubo un interés muy natural por las psicosis extraordinarias, por gente que realmente lograba un éxito resonante. ¿Hace cuánto Schreber está para nosotros en cartel? Mientras que aquí tenemos psicóticos más modestos, que reservan sorpresas, pero que pueden fundirse en una suerte de media: psicosis compensada, la psicosis suplementada, la psicosis no desencadenada, la psicosis medicada, la psicosis en terapia, la psicosis en análisis, la psicosis que evoluciona, la psicosis sinthomatizada-si me permiten. La psicosis joyceana es discreta, a diferencia de la obra de Joyce.
Jacques Alain Miller y otros. “La psicosis ordinarias”. Editorial Paidós. Buenos Aires-Argentina, 2017. Pág. 201
¿Por qué la psicosis ordinaria no es una “clase”?
Este párrafo de la Convención de Antibes viene precedido de la constatación de Miller acerca del paso de la sorpresa a la rareza y de ésta a la frecuencia. Aquellos casos raros, ahora parecen ser frecuentes en nuestra clínica.
La psiquiatría hace tiempo que sabe que hay psicosis más allá de las extraordinarias. El inventario de etiquetas para nombrar ese hecho es amplio: semilocuras, locuras lúcidas o razonantes, etc.
La novedad radical de la introducción, por parte de Jacques Alain Miller, del concepto de psicosis ordinaria, no radicaba pues en la propuesta de una nueva categoría clínica. Nelson Goodman (1) y Ian Hacking (2) ya habían diseccionado bien el proceso actual de fabricación del semblante mediante el surgimiento de clases. Estas nuevas clases tienen la potencialidad de componer mundos (Goodman) ya que cambian el pasado de las personas incluidas y su experiencia sobre su ser actual. Proporcionan así un sentido y una inclusión social: “los propios individuos y sus experiencias son construidos dentro de la matriz (discurso y materia) que rodea la clasificación X (Hacking)” (3).
En el DSM vemos cómo se trata de lograr constantes a partir de convertir en paradigma la repetición de las variables. A falta de una pregunta por la causa, y las hipótesis, la construcción de una clase se hace siempre a partir de una práctica lingüística, del modo en que nos hablamos unos a otros, su garantía no es otra que esta pragmática de la conversación ya que si fueran especies naturales sobraría la conversación y los coloquios. Dicho de otro modo, es imposible pensar lo real en términos de exclusión simple -respecto a lo simbólico- sino que hay que pensarlo como una exclusión interna: hay un real en lo simbólico y un simbólico en lo real: querer decir es querer gozar. Es esa posición de éxtimo de lo real lo que permite la posibilidad de una experiencia de lo real en la cura analítica (4).
Claro está que esta conversación -que propone el discurso científico- no se orienta hacia lo real, sino que es muda y enjaulada en su “máscara de hierro” sin dialéctica posible. El síntoma queda mudo, velado por la conversación que produce etiquetas de trastornos y que muestra que se trata de una operación -diagnóstico automático- donde el juicio queda anulado.
La psicosis ordinaria es contemporánea de la lectura de la última enseñanza de Lacan donde se opera un desplazamiento de la universalidad, propia de la clase, a lo indefinido, la incompletud del Otro que no existe. Es por ello que Miller añade, a continuación del párrafo destacado, que cuando el Otro no existe, no se está simplemente en el sí o no, sino en el más o menos. Ya no se distinguen entonces clases, sino “modos de goce en particular”, que son variaciones.
Estas variaciones, solo captables en sus signos discretos bajo transferencia, no constituyen, pues, una clase ya que no renuncian a lo inclasificable de cada ser hablante.
José R. Ubieto
NOTAS:
(1) Nelson Goodman (1990) Maneras de hacer mundo. Madrid, Visor, col. La Balsa de la Medusa.
(2) Ian Hacking (2001) ¿La construcción social de qué? Paidós, Madrid.
(3) Ian Hacking (2001) Pág. 34.
(4) Jacques Alain Miller (2004) La experiencia de lo real en la cura analítica. Paidós, BBAA.
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