En la literatura analítica actual encontramos tantas referencias y estudios sobre las psicosis desencadenadas como sobre las no desencadenadas. Existe una tensión entre la idea y estudio de psicosis desencadenadas y la categoría de psicosis no desencadenadas, u ordinarias. El estudio de la categoría de psicosis no desencadenadas tiene un lugar de importancia en las producciones vinculadas a la psicosis pero considero que sigue siendo principalmente entre analistas orientados por Jacques Alain Miller y otros analistas de la Escuela.

Para los analistas lacanianos el término de psicosis ordinarias es un término cotidiano en las presentaciones de casos y de estudio, fue eje en la conversación del ICFE en el año 2008, Precariedad del vínculo social en las psicosis ordinarias y en Bilbao en la Conversación clínica del año 2017. En mi caso, para su estudio, actualizado por múltiples contribuciones y lecturas sigue siendo de interés la Conversación de Angers y de Arcachon de los años 1997 y 1998 respectivamente, y el texto de Los Inclasificables de la clínica psicoanalítica de 1999. Es importante volver a estos textos porque en la conversación con clínicos y colegas de otras orientaciones constato que este tipo de psicosis siguen pasando inadvertidas en muchos casos. En la actualidad etiquetas genéricas como TDA o trastorno bipolar dejan sin atender a muchas personas psicóticas, ordinarias y extraordinarias.

He aprendido que estas psicosis no desencadenadas, han sido un vehículo privilegiado para abordar el cambio que a nivel de la clínica supone la “última enseñanza” de Jacques Lacan. Teniendo que pasar de una lógica discontinua, a una lógica marcada por la continuidad. Aunque el propio Miller en su texto “Efecto retorno sobre las psicosis ordinaria” nos indica que debemos incluir a las psicosis ordinaria en el campo de la psicosis.

En el Seminario 3, Las Psicosis, Lacan nos enseña que la introducción del significante del padre introduce de entrada una ordenación en el linaje. Esta es una de las facetas más importantes de la función del padre, la introducción de un orden, un orden simbólico, cuya estructura es diferente a la del orden natural. En ulteriores desarrollos Lacan va a relativizar el carácter de único. Va a pasar del singular al plural, va a hablar de los nombres del padre en plural. En definitiva se trata de una función que el sujeto posee o no.

Si no se cuenta con esa función, con esa carretera principal, algunas cosas son más difíciles.

Cuando atendemos al término de desencadenamiento nos vemos llevados al término de “automatismo mental” planteado por Clérambault y que yo he podido estudiar gracias a trabajos de José María Álvarez (1) y también al Seminario 3 de Lacan.

Lacan propone en la psicosis situar en primer plano la relación del sujeto con el lenguaje. Es en función de esta idea que plantea retomar el término de “automatismo mental” para designar esos fenómenos en que el lenguaje se pone a hablar por sí solo. Nos dice Álvarez en el texto señalado

“ ..está constituido siempre por los mismos trastornos psíquicos, motores u sensoriales, los cuales se imponen de manera brutal y automática en la mente del sujeto hasta capturarlo y someterlo a su completo gobierno”… (2)

Lo característico de la psicosis es el fenómeno de la palabra impuesta.

El desencadenamiento de la psicosis se produciría cuando el sujeto recibe, desde el campo del Otro, un llamado a responder desde un significante que no posee.

En el desencadenamiento algo de lo establecido hasta ese momento irrumpe, se desata, emerge algo nuevo que podemos llamar fenómenos elementales o locura, pasajes al acto, algo que deja perplejo al sujeto en cuestión y sorprende generalmente a los que lo rodean. Se rompe el equilibrio, se rompe el “ser” de ese sujeto: el sentido explota, ya no alcanza para entender eso que irrumpe, se desnaturaliza lo obvio.

Para el desencadenamiento se requiere la conjunción de varios factores o que estos se den de determinada manera.

Sabemos que hay sujetos que nunca se desencadenan, muchos porque han logrado producir una suplencia imaginaria: una construcción significante adecuada para producir un encuadramiento del goce mediante la restauración del nudo borromeo, aunque a veces esta represente una solución para un tiempo limitado.

Unas pinceladas de un desencademiento:

Una adolescente de 13 años llega a consulta después de haber ingerido una dosis importante de la medicación que su abuelo tiene pautada para el cáncer que padece.

Ante la sorpresa de los padres que no advertían ningún signo de malestar en su hija, en consulta, y por primera vez la paciente puede decir que hace tiempo que hay una voz masculina que le dice “ven conmigo, sígueme”. Esta voz surgió hace unos pocos meses y al intentar responder a situar la alucinación en el tiempo la joven relata entre lágrimas su tristeza por la desaparición, el suicidio, de su cantante coreano favorito en ese momento.

Cuando le pido me hable de su vida, de sus amigas, con gran dolor relata que cuando tenía 10 años una niña que a ella le gustaba mucho pero que no era de su grupo y que se relacionaba con gente chunga del pueblo le pidió que fuese con ella y dejase a sus amigas. Así lo hizo, y a los pocos meses su amiga le dijo que ya no la necesitaba para acercarse a los niños, que se podía ir, que le sobraba. “Pasó de mí, yo nunca había sentido semejante vacío”.

Vacío que todavía hoy en día, no consigue bordear de modo que la vida le resulte atractiva y soportable.

Maribel Aranjuelo


(1) Fundamentos de psicopatología psicoanalítica. Editorial Síntesis, 2004 2 Idem, pág. 432
(2) Idem, pág. 432