El título de “Desencadenamientos”, permite por su plural, asociarlo no solo a la psicosis sino también a distintos momentos de la vida de un parlêtre que pueden desencadenar cambios de posición subjetiva de índole variada. Un duelo o un conflicto bélico, por ejemplo, pueden desencadenar un punto-pánico (1), tal como lo denomina J. Lacan, es decir, un momento de irrupción de lo real en el que el sujeto se desvanece sumergido en una angustia profunda que lo deja sin cobertura alguna, ni imaginaria, ni simbólica, un estremecimiento del fantasma. Ante el vacío existencial con el que el sujeto se topa, se aferra éste al objeto del deseo, al objeto en el deseo. Aferrarse al objeto, a imágenes fantasmáticas en el punto de desamparo total, implica, tomando en cuenta las acepciones del término “point” en francés, una forma de negación del pánico.
J. Lacan presenta un ejemplo de punto-pánico a través de la figura de Hamlet, de su reacción frente a la muerte de Ofelia. El duelo es efecto de una pérdida verdadera que provoca un agujero en lo real y que presenta una relación inversa al mecanismo de la Verwerfung en el que lo rechazado en lo simbólico reaparece en lo real. En ambos casos, el agujero “resulta mostrar el lugar donde se proyecta precisamente el significante faltante […] aunque no puede encontrarlo porque no puede articularse en el nivel del Otro”(2). En ese lugar, el duelo y la psicosis se emparentan, ya que precisamente allí, en lugar del significante faltante, vienen a “pulular todas las imágenes” del objeto al cual se aferran. En Hamlet, se desencadena “una burla de lo que está en juego, a saber, un duelo no satisfecho”(3). Solo al identificarse con el dolor de Laertes podrá recuperar su deseo.
Cuando un conflicto bélico, en tanto irrupción de lo real, se instala en la relación de transferencia entre la figura del analizante y la del analista, como en el caso de psicosis ordinaria al que me refiero, la amalgama que se produce despierta puntos sensibles en la dirección de la cura que inciden sobre los dos. Desde el comienzo las provocaciones reiteradas de este analizante palestino de traer el conflicto regional al seno de la relación transferencial consistían en manifestar su acuerdo con la ideología de Nasrallah así como su certeza sobre la desaparición de Israel, trataba de convencer a la analista sobre lo bien fundado de sus ideas e incitarla a regresar a la Argentina. La intervención: “la sola política que nos interesa es la del inconsciente” logró mitigar las provocaciones y a reformularlas en términos de política del inconsciente para ambos.
Una de las operaciones militares israelí-palestina que tuvo lugar durante una residencia del analizante en el extranjero, fue el trasfondo de un momento de crisis, o punto-pánico que desencadenó la ruptura de la relación por varios meses. El intercambio de e-mails que hubo en ese periodo se transformó, con la guerra, en un interrogatorio feroz sobre mi posición ante el conflicto militar. Ese momento de pánico reiteró la situación subjetiva por la cual consultó en un comienzo: ruptura violenta de su matrimonio. En el filo de las sesiones quedó así establecida una ecuación de la política de su inconsciente que asociaba: mujer-padre-israelíes como los perseguidores o dominadores, es decir un Otro malvado del cual hay que vengarse. Un encuentro en el extranjero, a iniciativa mía, lo lleva al regreso de su viaje a retomar el análisis.
Claudia Iddan
(1) J. Lacan, El Seminario, Libro 6,” El deseo y su interpretación”, Paidós, 2014, pág. 100.
(2) Ibid, pág. 371-372.
(3) Ibid, pág. 373.
Deja tu comentario