¿Por qué alguien va a ver a un analista? Porque se conmociona la rutina en la que se mantenía su realidad cotidiana. Es decir, si hay una entrada, es que ha habido un encuentro con lo real no asimilable por el fantasma del sujeto.
Los análisis comienzan por admitir, por parte del paciente, la regla fundamental: la asociación libre. Eso puede tardar en darse, cuando se da. El texto así producido pide ser leído con una significación de inconsciente. El amor de transferencia es un amor epistémico y se basa en la importancia que adquiere para el analizante aquel que lo asiste en la lectura de su propio texto. Por eso Lacan decía que si el psicoanálisis no había inventado una nueva perversión, un nuevo modo de goce, si ha inventado un nuevo amor.
El resorte fundamental de la transferencia, al inicio de la cura, es la demanda de significación. El sujeto demanda al analista el sentido, lo que sitúa al analista en posición de Otro de la Demanda. Esto, en ocasiones, se ha confundido con la regresión, porque el analista soporta todas las figuras del Otro de la demanda. Pero la regresión lo es solo en el campo del significante. Es una regresión a los significantes primarios de la Demanda. Lacan funda la transferencia sobre la relación del sujeto al significante. La demanda fundamental del analizante es: ¿qué quiere decir mi síntoma? Es una demanda de significación. El significante de la transferencia (el síntoma analítico) es aquello sobre lo que el paciente demanda ¿qué quiere decir? Es por lo tanto un significante enigmático. Un analista es un significante en relación al cual se busca encontrar significación al primer significante. El efecto de esta articulación es producir una significación de inconsciente que remite a lo reprimido.
Cuando hablamos en estos términos, la referencia es el algoritmo de la transferencia, formulado por Lacan en su “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”. 1 Pero, en el algoritmo, no aparece el objeto, el analista en posición de objeto:
S ————— Sq
_____________
s (S1, S2, … Sn)
Se trata de una fórmula de articulación de significantes, que permite producir un efecto de significación, “[…] implicando en el paréntesis el saber, supuesto presente, de los significantes en el inconsciente”, 2 nos dice Lacan. Desde esta perspectiva, el algoritmo parecería adecuado para dar cuenta de cómo el significante de la transferencia, el síntoma, en su articulación al significante cualquiera del analista, dice su verdad. El algoritmo permite formalizar claramente la vertiente verdad del síntoma, el querer decir del síntoma, en tanto mensaje del Otro. Aquello que, de lo que no va, vía represión, ha pasado al lenguaje.
Pero el síntoma analítico, síntoma bajo transferencia, hace necesario plantearse el modo en el que la pulsión se satisface en el análisis y por la transferencia. ¿Dónde podemos ubicar la dimensión de la satisfacción pulsional al inicio de la cura?
Si el neurótico se queja de la falta en ser, encontrará su complemento en el analista. Ya que el analizante transfiere al analista, en el lugar de objeto, el goce que habita en el corazón del síntoma: lo más particular del sujeto. Lacan, cuando explica el algoritmo de la transferencia, dice que “Se reconoce en la primera línea al significante S de la transferencia, es decir, de un sujeto, con su implicación de un significante que llamaremos cualquiera, es decir, que solo supone la particularidad […]”. 3 Si entendemos que la elección del analista se da en función de un “significante cualquiera” que “solo supone la particularidad”, podemos pensar que el analizante transfiere al analista un rasgo, por el que lo elige. Ese rasgo lleva la marca de su ser de goce, por eso se puede hablar de una clínica diferencial de la elección del analista, ya que toda elección del analista es sintomática.
El problema actual de la transferencia es que el síntoma, como metáfora de la verdad reprimida, como mensaje enigmático, interroga cada vez menos a los sujetos actuales. Éric Laurent, en su texto sobre “El orden simbólico en el siglo XXI. Consecuencias para la cura”, nos habla de que una de las consecuencias de la “liberación” de la relación con el Otro y sus semblantes es que el papel y el lugar del principio de autoridad en general, y especialmente en la cura, ha sido afectado. 4 Como indica Éric Laurent, “La vía del igualitarismo contemporáneo, con su exigencia de transparencia, ha tocado especialmente al estatuto del sujeto supuesto saber en la experiencia del psicoanálisis” 5 que se encuentra constantemente acosado por las nociones de transparencia, igualitarismo y satisfacción que menoscaban la autoridad del analista y hacen obstáculo a la articulación entre amor y saber.
Por su parte, Hélène Bonnaud, en su artículo “Puede la transferencia prescindir del amor al inconsciente”, profundiza en estas nociones y nos dice que “el analista es convocado a responder a las preguntas del analizante. Sin embargo, esta constatación ¿obliga al analista a formular un saber? Nada menos cierto. La exigencia de transparencia es específica del consumidor, y el analista no es un coach. En psicoanálisis, el síntoma que motiva la demanda de sujeto está más allá de lo que le desagrada, concierne a lo más íntimo de cada uno, su radical extrañeza consigo […]. Se trata justamente de dar toda su opacidad a aquello que dice el sujeto y de hacer consistir al enigma mismo del saber que él oculta”. 6 Porque, como dice Lacan: “Quien no esté enamorado de su inconsciente, yerra”. 7 Y, por el contrario, el amor al inconsciente perdura más allá del fin de análisis.
Al final de la conferencia que Jacques-Alain Miller pronunció en Comandatuba (Brasil) en el año 2004 y que fue publicada bajo el título “Una fantasía”, nos dice que lo que hace existir el inconsciente es el amor. Allí afirma que el último Lacan ya no dice que el sujeto supuesto saber es el pivote de la transferencia, más bien considera que dice lo contrario, que la transferencia es el soporte del sujeto supuesto saber y que lo que hace existir al inconsciente como saber es el amor. Miller añade: “Por otra parte, la cuestión del amor a partir del seminario Aún, conoce una promoción muy especial, porque el amor es lo que puede hacer mediación entre los ‘unos’ solos. Por lo tanto, decir que es imaginario, en fin, produce una dificultad, es decir, que el inconsciente no existe. El inconsciente primario no existe como saber. Para que devenga un saber, para hacerlo existir como saber, hace falta el amor. Es por esto que Lacan podía decir al final de su seminario Los nombres del padre: un psicoanálisis demanda amar a su inconsciente […]. Un psicoanálisis demanda amar a su inconsciente para hacer existir no la relación sexual, sino la relación simbólica”. 8 Los psicoanalistas defendiendo el saber inconsciente defendemos al amor, ese que “hace mediación entre los unos solos”. Así el amor al saber inconsciente que nos determina nos hace menos incautos y nos protege del malestar contemporáneo.
El psicoanálisis inventa un nuevo amor que no remite al narcisismo, sino al reconocimiento del inconsciente. No descansa en el narcisismo porque la experiencia psicoanalítica nos permite estar advertidos de que dos nunca hacen uno y de que no existe el otro, a nuestra imagen y semejanza, que nos permita la completitud soñada. El amor freudiano, cuya matriz es el Edipo, introduce ya una dimensión simbólica. Eso implica que, para ser dos, es necesario el rasgo, la condición de elección erótica. Es decir, no hay dos sin tres. Pero todo eso para llegar al goce irreductible que es siempre del Uno, que tiene siempre una dimensión autoerótica porque el goce, aunque pase por el Otro, solo se puede sentir en el cuerpo propio, nadie goza en el cuerpo del Otro porque es imposible gozar en el Otro, aunque sí por medio del Otro, en conexión con el Otro. El nuevo amor que posibilita el psicoanálisis es un amor advertido de la falta que lo causa. No es el amor bobo, aliado de la ignorancia.
Manuel Fernández Blanco
Referencias bibliográficas
- Lacan, J.: “Proposición del 9 de octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela”, en: Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 266.
- Ibíd., p. 267.
- Ibíd.
- Laurent, É.: “L’ordre symbolique au XXI siècle. Conséquences pour la cure”, en la Cause freudienne, 76, p. 145.
- Ibíd., p. 146.
- Bonnaud, H.: “Puede la transferencia prescindir del amor del inconsciente”, en Papers 6, publicación digital del Comité de Acción de la Escuela Una – Scilicet, noviembre de 2011.
- Lacan, J.: El Seminario, libro 21, Les non-dupes errent, lección del 11 de junio de 1974. Inédito.
- Miller, J.-A.: “Una fantasía”, en El Psicoanálisis, 9, p. 19.
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