Lo que nace de un análisis nace en el nivel del sujeto, del sujeto que habla, del  analizante, por medio – el hombre piensa, decía Aristóteles, con su alma- de esa mierda que le propone el objeto a bajo la figura de su analista. Con esto debe nacer esa cosa hendida que a fin de cuentas solo es – para retomar algo que les propusieron el otro día acerca de Peirce- el astil con el cual puede instalarse una balanza que se llama justicia. Nuestro hermano transfigurado es lo que nace del conjuro analítico, y eso es lo que nos liga a aquel que denominamos impropiamente nuestro paciente.

J. Lacan, El Seminario, libro 19: … o peor, Paidós, Buenos Aires, 2012, p.231.

Selección: José Antonio Rodríguez Machado

Comentario:

Dos fraternidades para comienzos de análisis

En el capítulo XVI del Seminario 19, en donde está colocado el primer párrafo de la página 231 a comentar, quiero resaltar el término “fraternidad” en el discurso del psicoanalista en donde éste y  el analizante aparecen como hermanos en la medida en que “somos hijos del discurso” (pág. 230). Es en el discurso del analista donde la palabra hermano da su presencia porque restablece el “bagaje familiar”. Es una manera de decir que es por las marcas familiares que se dan en lalengua leída por el nacido y que dan lugar al acontecimiento de cuerpo, por donde se puede leer el síntoma del sujeto. Es por ello que es en el nivel del sujeto que habla o analizante en donde su hermano el analista tiene que escuchar para desde su lugar como mierda ,como objeto, interpretar. Para eso hace falta que el analizante hable, a la vez interpretando sobre lo que sufre y esperando del analista una respuesta .Estamos en el inconsciente desciframiento por medio de la transferencia.

Pero hace falta además que ese “conjuro analítico”(pag.231) entre analista y analizante renazca trasfigurando al analizante por el inconsciente real que el analista señalará como decir en los dichos del analizante. Se pasará entonces de la hermandad significante de la verdad a la hermandad que esa verdad tiene con el goce ignorado que nos remite al inconsciente real.

Es a esa abyección de la posición de objeto del analista a lo que se engancha lo que gracias a nosotros nacerá como decir interpretante que está en el lado del analizante estructurado como un lenguaje en lalengua.

El analista, para ser digno de la transferencia, debe apoyarse en ese saber en cuyo lugar se coloca la verdad para desocultarla como aletheia que es abyección (Verborgenheit) y desde donde se interpreta. Que ese mediodicho ocupe el lugar de lo real.

La referencia que Lacan hace a Peirce, proviene de la conferencia que Recanati pronunció la semana anterior en el seminario de Lacan y de la que este extrae la topología del triángulo semiótico de Peirce en donde los  términos “representamen-objeto” e interpretante llevan a Lacan a la relación fraterna de analizante y analista :”El par representamen-objeto siempre debe ser interpretado, y de eso se trata en el análisis”. El analizante es el interpretante (pág 228). Y continúa : “ Eso no quiere decir que el analista no esté allí para ayudarlo, para impulsarlo un poco en el sentido de interpretarse, cosa que no puede ser hecha por un solo analista”. Si el analista no es capaz de recoger bastante lo que escucha del analizante, el análisis se detiene. El analista solo no basta, hace falta otro que es el analizante conjurado con él. El analista mismo es también dos cuando interpreta por el sentido-verdad y el que interpreta por el sinsentido del Inconsciente real que remite al goce del síntoma.

 

Eugenio Castro