Cuando un sujeto psicótico viene a vernos, escuchamos la psicosis para que nos enseñe los elementos no estándar que el sujeto pone en marcha como puntos de detención. Al escucharlo nos preguntamos qué actúa para él como punto de capitón. Tenemos que aprender del sujeto psicótico cómo logra no pensar en nada, cómo logra introducir un silencio; y así poder, nosotros mismos saber cómo podemos ayudarlo a introducir, a manejar el corte.
Laurent, E.; “La interpretación ordinaria”, in Freudiana nº 76, 2016).
Selección: Paco Roca
Comentario:
Leer la referencia propuesta para el comentario, me llevó directamente a mi práctica, en concreto a mi práctica en relación al corte de sesión. Al corte, como momento de sorpresa (también) para el analista; como punto de no saber, que ofrece una enseñanza, por ejemplo sobre el aforismo lacaniano, “todo el mundo es loco, es decir delirante”[1]. Aforismo que señala, entre otras cosas, que lo que orienta una clínica “rumbo hacia lo real”[2], es que los modos singulares de habitar la vida van más allá del atravesamiento de lo simbólico a lo imaginario. Con todas sus consecuencias, incluso de inhumanidad.
Por el manejo del corte somos enseñados que ese momento hace de punto de capitón en la medida que se pueda escuchar ahí lo singular en la repetición. Sea en alguna modalidad de cesión de tal repetición, o en una certeza infranqueable que no impide continuar habitando la propia lengua en presencia del analista, puesto que éste no la enjuicia, ni enlata, ni disuade, ni aún menos la normaliza.
Me apoyaré en la dirección de la cura y los momentos del corte de sesión de un caso, cuyo trasfondo es un “lenguaje de órganos”, que acompaña al sujeto desde hace muchos años y del que dice querer curarse. Eso sí, sin el apoyo hipocondríaco (y por tanto de la medicina), ni tampoco del recurso paranoico, que podrían hacer de carretera principal y que en el caso aparecen bastantes diluidos.
Las sesiones transcurren entre la queja por lo que no logra de mejora de “eso” que habita su organismo -que circula por él, que baliza su vida cotidiana (en cierta lectura podría interpretarse que le invalida y que en consecuencia habría que tratarlo como un delirio a erradicar. Idea loca del mundo psi[3])-, y en conversaciones de apariencia banales, sobre económica, la situación política, libro y referencias, o viajes por carreteras secundarias.
Considero que el momento crucial que hace que la transferencia siga haciendo su función, a pesar de reconocer que venir a hablar no le sirve en la cura de “eso” que circula por su organismo, es el corte de sesión. Es un momento sutil. Por ejemplo es una risa particular del paciente que encuentra la complicidad de la del analista; es un punto de un saber que se le supone en el decir, en lo dicho, más bien, del sujeto; es un momento justo antes del silencio que convocaría (convoca) una y otra vez al organismo que habla sin el soporte del cuerpo.
La cita para la siguiente sesión cada vez, no es sin una pregunta por cuándo le conviene venir. A veces no lo hace, ni avisa de su ausencia. Ninguna pregunta de parte del analista cuando se vuelve a comunicar pidiendo una nueva visita, ni durante la sesión. Ninguna palabra de él sobre la ausencia. Sólo al finalizar, el pago de la sesión que no vino o el aviso de que pagará (cosa que hace).
Entiendo que la función de las sesiones se ubican como un corte que hace de defensa frente a lo imposible de soportar que es lo real. Imposible que lo es para todos.
Para el analista sigue siendo una enseñanza.
Eugenio Díaz
[1] Lacan, J. “¡Lacan por Vincennes!”, Lacaniana, nº 11, Grama, Bs. As., 2011.
[2] Miller, J.-A., “Hacia lo real, en Cómo orientarse en la clínica, Grama, Bs. As., 2019, pág. 10.
[3] Querer erradicar el delirio y el síntoma es una idea loca. Dupont, L., “El delirio un intento de curación”, op. cit. Cómo orientarse en la clínica.
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