Lacan, Jaques. El Seminario de Jaques Lacan, libro III: “Las Psicosis”, 1955-1956.
1ª edición castellana, Paidós 1984.

Capítulo 1: INTRODUCCIÓN A LA CUESTIÓN DE LAS PSICOSIS
Punto 3

[…] “¿Qué está en juego en un fenómeno alucinatorio? Ese fenómeno tiene su fuente en lo que provisoriamente llamaremos la historia del sujeto en lo simbólico. No sé si mantendré siempre esta conjunción de términos, ya que toda historia por definición es simbólica, pero conservemos por el momento la fórmula. La distinción esencial es ésta: el origen de lo reprimido neurótico no se sitúa en el mismo nivel de historia en lo simbólico que lo reprimido en juego en la psicosis, aun cuando hay entre los contenidos una muy estrecha relación. Esta distinción introduce, por sí sola, una clave que permite formular el problema de modo mucho más sencillo de lo que se ha hecho hasta ahora” […]

Pág. 25.

Comentario del pasaje:

El significante des-encadenado

Lacan en este pasaje de introducción a la cuestión de las psicosis, en el contexto de su enseñanza de los años cincuenta, hace un abordaje sincrónico que le permite establecer la diferencia estructural entre neurosis-psicosis. Le interroga especialmente lo que está en juego en el fenómeno alucinatorio.

Desde Freud quedó establecido, a partir de la lectura de Lacan, que las formaciones de lo inconsciente son un retorno de lo reprimido; elementos que insisten en la cadena significante y que forman parte del mundo simbólico de un sujeto. Pero en la alucinación ¿de qué elemento significante se trata? ¿Dónde se inscribe ese fenómeno? ¿Es también un retorno de lo reprimido? ¿Cuál sería su lógica y materialidad respecto a lo inconsciente propiamente dicho?

“En lo inconsciente todo no está tan solo reprimido” (1). Nos dice Lacan unas páginas previas a este pasaje siguiendo lo dicho por Hyppolite, un par de años antes, como invitado a su Seminario donde comentó el breve texto de Freud de 1925 titulado: La negación. En las indagaciones acerca de ese texto, Lacan se permite establecer cómo se origina lo inconsciente para un sujeto, digámoslo directamente: en el origen de la estructura subjetiva hay una admisión primordial de significantes, pero no todos los significantes son inscritos en el mundo simbólico de un sujeto, algunos significantes son excluidos.

En esa operatoria lógica se juega la distinción fundamental que permite establecer lo que sería la historia de un sujeto y aquello que se establece por fuera de esa historia. Lacan nos advierte en ese pasaje de que toda historia es siempre simbólica. Pero entonces, ¿qué ocurre con aquello que no se inscribe en lo simbólico? ¿Queda por fuera de la historia? Precisamente Lacan distingue entre lo que queda inscripto y lo que es rehusado de lo simbólico en un sujeto. Eso que queda por fuera se encuentra en otro nivel de lo que será su historia: subsiste en el dominio de lo real (2). Queda así establecida una disyunción entre la historia y lo real. Sin embargo, como bien apunta en el pasaje Lacan, “hay entre los contenidos una muy estrecha relación”. ¿A qué relación se está refiriendo? A la relación entre lo que existe y lo que inexiste para un sujeto. Las condiciones de existencia en la realidad quedan establecidas por ese momento originario de lo que se inscribe y puede formar parte de lo reprimido, y aquello que se rehúsa y subsiste por fuera esta simbolización primordial. Aquello que cae bajo la acción de la represión esta sujeto a la ley del retorno. “La represión y el retorno de lo reprimido no son sino el derecho y el revés de una misma cosa” (3). Pero lo que se encuentra por fuera de lo reprimido, ¿bajo qué modalidad se manifiesta? Bajo la modalidad de un retorno en lo real. Así Lacan distingue y nos ofrece la clave de aquello que diferencia la neurosis y la psicosis: La Verdrängung en la primera y Ververfung en la segunda (4). Lo que cae bajo la acción de la forclusión -así se traduce el término alemán- retorna en lo real. Por tanto, sabemos de lo reprimido y lo forcluído en el sujeto por sus modalidades de retorno.

Esta manera de ordenar la cuestión, afirma Lacan, “permite formular el problema de un modo mucho más sencillo de lo que se ha hecho hasta ahora”. Y es absolutamente cierto, hay mucha historia respecto a la alucinación y el tratamiento que ha recibido por psiquiatras y filósofos. A ellos se remite Lacan para distinguir el fenómeno alucinatorio de lo que se puede sintetizar bajo la fórmula de “trastornos de la percepción”. No se trata de eso para Lacan, el giro que introduce invierte el tratamiento del problema desde el siglo XIX hasta su propuesta. El énfasis, el acento, estuvo siempre del lado percipiens -del sujeto que percibe-, en él ocurría algo -orgánico, dinámico, mecánico, etc.- que le hacía percibir algo donde no había nada, y se omitió absolutamente lo que ocurría del lado del perceptum, de lo percibido. La realidad, el mundo, los objetos, las cosas y también el sujeto están bajo la acción del significante, son subsidiarios de su lógica y estructura. Y esta es la distinción primera que permite que luego puedan establecerse las diferencias acerca del movimiento en juego en la psicosis y en la neurosis. No puede tomarse noticia de los fenómenos de lo inconsciente -a nivel de lo reprimido o a nivel de lo real- si se ignora su estructura fundante de lenguaje. La lógica del significante es condición de lo existente -y de lo que no- en los tres registros establecidos para el sujeto hablante: lo simbólico, lo imaginario y lo real.


NOTAS

[1] Lacan, Jaques. El Seminario de Jaques Lacan, libro III: “Las Psicosis”, 1955-1956. 1ª edición castellana, Paidós 1984. p. 23.
[2] Lacan, Jaques. Escritos 1: “Respuesta al comentario de Jean Hippolite sobre la Verneinung de Freud“. 1954. 19ª edición castellana, Siglo veintiuno editores 1997.
[3] Lacan, Jaques. Op, cit. p. 24.
[4] Es importante advertir que el significante especial que marcará para Lacan la distinción será el que designa como “Nombre del Padre”, aunque no esta así establecido a la altura de este pasaje, sí en la enseñanza de ese Seminario.