La práctica analítica nos confronta cada vez con el sufrimiento que les ocasiona a los parlêtres el sinsentido con el que se presenta la vida. Ante este sinsentido hay dos respuestas posibles: o la revelación o el sinthome. Es decir, la religión o el psicoanálisis. Para el psicoanálisis, la vía de tratamiento de ese sufrimiento que Lacan denomina goce, consiste en situar su causa y el modo de arreglárselas con eso. Y esto es así por el hecho de que hablamos, ya que la vida queda desnaturalizada porque el lenguaje pone en evidencia, por el malentendido, que ‘no hay relación’ entre las palabras y las cosas o entre unos y otros. El problema del ser hablante, entonces, es que dado que hay goce del Uno del cuerpo él no puede relacionarse con los otros, o sea, no puede amar.
En su última enseñanza Lacan reformula el concepto de transferencia cuando separa el inconsciente transferencial, del goce real de la letra del sinthome en tanto indicador del goce de un cuerpo parlante, ineliminable, ya que se trata de la pulsión misma y en juego desde siempre.
Si el goce sinthomático queda por fuera del significante, respecto de ese goce sinthomático real, sólo se puede inventar un modo de usarlo, un modo de arreglárselas con él que le permita el lazo con los otros. Pero en este punto estamos en el fin del análisis que, por supuesto, determina la entrada al mismo.
Es decir, que para llegar a confrontarse con lo real del goce por fuera del significante, hay que haber pasado por la experiencia de la transferencia analítica que supone como entrada al dispositivo analítico la instalación ‘de un espacio en el cual la verdad es causa’(1), nombrada a través de los síntomas. Se trata entonces, de que la entrada se sitúa por la puesta en forma del discurso del inconsciente porque hay ahí el lugar ocupado por el analista como destinatario de lo que sea que le vengan a dirigir vía un discurso. Y no sólo los síntomas, sino todas las formaciones del inconsciente, desde el sueño y los lapsus, hasta los olvidos y los recuerdos, que como retorno de lo reprimido en Freud, dan cuenta de la interpretación del inconsciente. Es decir, que la transferencia es la interpretación.
Pero como el analista forma parte del concepto de inconsciente(2) transferencial -así como del real en tanto sinthome del analizante en la experiencia- apunta también con su interpretación a ese goce que circula siempre entre los significantes y que ‘nunca llegará a enunciarse’ pero que produce resonancias, como lo demuestra el ombligo del sueño, que señala el agujero de lo real del goce imposible de decir, la pulsión freudiana o el sinthome en Lacan.
Pero esta entrada no se produce sin el consentimiento(3) del sujeto a esta nueva verdad/sentido que se efectúa ‘porque al decirla en la experiencia analítica se produce un goce que lo implica’. ‘Se entra en análisis cuando el sujeto se implica en su mensaje’(4). Quedando así comprometido el parlêtre como tal.
Ana Ruth Najles
(1) Éric Laurent, Modos de entrada en análisis y sus consecuencias, Eolia-Paidós, Buenos Aires, 1995.
(2) J. Lacan, Seminario XI, Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.
(3) J.-A. Miller, Causa y consentimiento, Curso de la Sección clínica de Paris.
(4) Ibid 1.
Deja tu comentario