Si Lacan entra en el psicoanálisis por la vía de la psicosis, también podríamos decir que entra en la psicosis por la vía de la discontinuidad, de la ruptura, es decir, del desencadenamiento.
En su tesis doctoral De la psicosis paranoica y su relación con la personalidad (1932) no utiliza el término “desencadenamiento de la psicosis” -aunque ya era una expresión presente en la época- sino que retoma los mismos términos que Freud utiliza en La pérdida de la realidad de la neurosis y psicosis (1924): “estallido de la psicosis, inicio de la psicosis, eclosión de la psicosis”.
Su tesis doctoral es anterior a la época de su primera tesis fundamental, la del Seminario 3 Las psicosis y la de De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis, en esta señala la causa de la psicosis en la Verwerfung, la forclusión, del Nombre del Padre, la no inscripción de éste en el Deseo de la Madre. Lacan allí sitúa con notable precisión las condiciones del desencadenamiento -aquí sí que utiliza ya este término- en la psicosis: el significante Nombre‐del‐Padre forcluído es llamado en oposición simbólica al sujeto. Para ello “(…) es preciso que Un‐padre venga a ese lugar donde el sujeto no ha podido llamarlo antes” (1). Es decir, es necesario que Un‐ padre se ubique en posición de terceridad en alguna relación que tenga por base la pareja imaginaria a‐a’. En el comienzo de la psicosis es posible ubicar esta “coyuntura dramática”.
Lacan utiliza en esta época “desencadenamiento”, en su acepción de “romper o desunir el vínculo de las cosas inmateriales” o “originar, provocar o dar salida a movimientos del ánimo”. Paradójica polisemia en su significado: por un lado, la operación de liberarse de una cadena, de libertad, por otro, tiempo de sufrimiento, de catástrofe subjetiva y, podríamos decir, de alienación, una vez desencadenada la psicosis.
Es en ese “romper o desunir el vínculo” en las psicosis donde Lacan define al sujeto como libre: “Los hombres libres, los verdaderos, son precisamente los locos. No hay demanda de a pequeño, él tiene su a (petit a), por ejemplo es lo que él llama sus voces. Y por lo cual ustedes están angustiados en su presencia y con toda razón porque el loco es el hombre libre.
No se sostiene en el lugar (lieu) del Otro, del gran Otro, por el objeto a; al a, él lo tiene a su disposición. El loco es verdaderamente el ser libre. El loco, en este sentido es de cierto modo este ser de irrealidad, esta cosa absurda, absurda… magnífica por otra parte como todo lo que es absurdo. Al buen Dios de los filósofos se lo ha llamado causa sui, causa de sí. Digamos que tiene su causa en el bolsillo, es por eso que es un loco” (Lacan, J., Breve discurso a los psiquiatras, 1967). Así como también ese “provocar movimientos del ánimo” lo podemos encontrar en las memorias del Presidente Schreber cuando tras su desencadenamiento en el relato de su esforzado tránsito por su experiencia en la locura nos dice que: “Salgo vencedor -si bien tras muchos amargos sufrimientos y privaciones- de esta lucha, tan desigual en apariencia, de un hombre solo y débil contra el propio Dios” (Schreber, D. P, Sucesos memorables de un enfermo de los nervios, 2003).
Y ahora el plural de “desencadenamientos”. Esa “s” tiene sus motivos, nos da cuenta de la diversidad de cada encuentro y de las particularidades de cada caso, tanto por lo heterogéneo de lo desencadenado, su fenomenología, como por las variadas coyunturas dramáticas particulares que preceden a esta ruptura en cada sujeto. Incluso podríamos pluralizarlo por la presencia o ausencia del desencadenamiento en las psicosis. De las psicosis desencadenadas a las psicosis sin desencadenar; de los desencadenamientos que concluyen, aunque sea temporalmente, en las estabilizaciones imaginarias a aquellos desencadenamientos no acaecidos por sus anudamientos, con su modo y consistencia.
Plural también por la regresión tópica al estadio del espejo y la forclusión como puntos fuertes del desencadenamiento en la época del Lacan clásico, de las psicosis extraordinarias, hasta los neo-desencadenamientos apoyados en el concepto de metáfora delirante, discretos y, a veces, no percibidos del ultimísimo Lacan. En fin, plural también por el recorrido que hay desde la inaccesibilidad del paciente psicótico de Freud (Introducción a Schreber) hasta el “no retroceder ante la psicosis” de Lacan (2).
¿Entonces qué brújula conviene en el psicoanálisis lacaniano ante esta diversidad clínica? Ya Miller nos apunta un respuesta, a verificar en nuestra XIX Conversación, con su pregunta: “¿Cómo hacer para que la evolución de un sujeto sea más continua que discontinua, es decir, cómo evitarle las crisis, los desencadenamientos, las escansiones?” (3).
Luis Miguel Carrión
NOTAS:
(1) Lacan, J., Escritos 2, Siglo XXI, pág. 552.
(2) Lacan J., “Apertura de la sección clínica”, Ornicar?, nº 3, Petrel, Barcelona, 1981, p. 37-47.
(3) Miller, J.-A., Los inclasificables de la clínica psicoanalítica, Paidós, pág. 327.
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