En los desencadenamientos el factor temporal tiene un privilegio evidente. Su sola evocación supone un encadenamiento previo en donde habría una cierta continuidad, eso que permanecía estable. En ese sentido el desencadenamiento es un fenómeno disruptivo que incluso se puede fechar en muchos casos. La pregunta por el cuándo ocurrió no es ajena a nuestro intento de encontrar un lazo entre ese momento y el “antes”, de poder explicar esa ruptura. Claro que ya estamos en otro tiempo nada ajeno al de la experiencia analítica.

Lacan en su análisis del caso Schreber ha señalado con precisión lo que se jugaba en el momento de ese desencadenamiento: un vacío enigmático de significación anterior a la irrupción de los fenómenos de automatismo mental. El sujeto mismo está en suspenso hasta que puede responder.

El vacío enigmático no se corresponde con una pregunta formulada, más o menos explícita. Es la “experiencia enigmática” la que apunta al sujeto y de allí esa extrañeza inefable. Lo indica bien el fenómeno de perplejidad que la acompaña en muchos casos.
Considerar el goce y el cuerpo permite no reducir el enigma sólo a una cuestión del par S/s (Significante/significado). Sirva como ejemplo el desencadenamiento en el caso Juanito. El goce del órgano abre una falla entre el sujeto y el cuerpo. Es la irrupción de un goce desconocido, de un acontecimiento imprevisto del cuerpo. La angustia que surge en tanto el afecto que no engaña señala precisamente la presencia de ese real. El sentimiento de inminencia que lo acompaña revela ese tiempo que le es propio. El sujeto podrá dar su respuesta con la eclosión de la fobia.

El goce fálico señala precisamente esa desarmonía con el cuerpo. El ejemplo de la primera eyaculación de Mishima ha sido comentado por Lacan en La tercera para subrayar ese fuera-del-cuerpo. No se privó de decir que esa irrupción debió dejar a Mishima estupefacto, pasmado. Efectivamente, así lo señala el autor de “Confesiones de una máscara”.
En cuanto al goce Otro (JA) el surgimiento del goce extático en la experiencia mística pone en primer término lo indecible y de allí que se revela como altamente enigmático. Necesitará no sólo del tiempo de decirse sino muy particularmente del escribirse. Es la letra quien tiene el privilegio de poder fijarlo y obrar como límite. Reconocemos su importancia en la literatura mística.
Así en la experiencia analítica comprobamos que el des-encadenamiento es a des-tiempo, propio de lo real.

Estela Paskvan