Para decir las cosas sumariamente, si se trata del perverso o del psicótico, la relación del fantasma ($ ◊ a) se instituye de tal manera que a está situado en i(a). En este caso, para manejar la relación transferencial, en efecto, tenemos que incluir en nosotros el a en cuestión, a la manera de un cuerpo extraño, de una incorporación en la que nosotros somos el paciente, ya que el objeto, en tanto causa de su falta le es absolutamente ajeno al sujeto que nos habla.

Jacques Lacan, «De una falta irreductible al significante», Seminario 10. La angustia, pág. 153.

Uno de los aspectos interesantes de este fragmento es su ubicación en el contexto del Seminario X La angustia, precisamente porque -en este seminario- articula de una manera privilegiada la Identificación con el deseo, una articulación a propósito de la angustia, es decir de la introducción de un agujero irreductible al significante. Este es un eje fundamental que recorre la primera y segunda parte del seminario y conecta muy bien con la degradación del plano imaginario en el desencadenamiento, tal como señala el excelente texto de presentación de la conversación clínica. La degradación imaginaria y los efectos delirantes paranoicos, persecutorios e incluso erotómanos, Lacan la presenta de manera muy depurada, casi como un matema diciendo que: “… a está situado en i(a)”. Es una versión -no melancólica- de la expresión freudiana de que “la sombra del objeto cae sobre el yo”. También se podría decir que “queda algo comparable a una banda de moebius, que no tiene imagen especular” (página 111 del Seminario X).

El interés del fragmento, en esta ocasión, está tal como indica Lacan -página 48- en “recordarles cómo se anuda la relación especular con la relación con el Otro con mayúscula”. Remite al esquema óptico completado que está destinado a destacar que “la función del investimiento especular está situada en el interior de la dialéctica del narcisismo. Es fundamental en la medida que tiene un límite”. Este límite, que supone el agujero en la cadena significante, e implica un lazo estrecho entre las identificaciones yoicas (a significantes y formas del Otro) y el deseo, pues “No todo el investimiento libidinal pasa por la imagen especular”.

Este límite es fundamental para fundar la dialéctica narcisista, es decir que para unificar el yo, para verse, para tener una imagen en el espacio de la realidad, como ya Freud introdujo en su texto sobre el narcisismo, requiere del registro simbólico, es decir del Ideal del yo. El esquema óptico completado -presentado en el texto del Informe sobre Daniel Lagache- presenta el campo del Otro, allí donde la imagen del cuerpo viene a ocupar un lugar desde el punto de vista del Significante identitario (Ideal del yo). Esta articulación abre la concepción de la transferencia, pues en este campo del Otro se sitúa -de una u otra manera- el objeto “a” como límite libidinal de la imagen especular.

Precisamente el texto que me corresponde comentar trata de esto, del efecto en la transferencia cuando el resto libidinal que no es investido por la imagen, no logra componerse en el campo del Otro. Lacan recurre al esquema óptico para diferenciar dos lugares: por un lado la imagen real i(a) que queda del lado del sujeto y no es visible, por el otro -gracias al espejo plano- la imagen virtual i´(a), que sí es visible para el sujeto. En un caso el sujeto estaría situado en una banda de moebius dónde no habría imagen especular, no existiría la distinción interior-exterior, la transferencia supone que la posición del analista respecto del objeto “a” es de incorporación de este objeto del cuál seríamos pacientes; en el otro caso donde se ha constituido la imagen en el campo del Otro, la falta vendría a completarse con una ficción de objeto a, ficción que presentifica el analista.

José Rubio