Tomemos el delirio de celos. Freud lo articula como una negación por parte del sujeto de un Lo amo fundamental, referido menos al sujeto homosexual que al sujeto semejante, es decir, por supuesto, en cuanto tal, homosexual. Freud dice- No es a mi a quien ama, es a ella. ¿Qué quiere decir esto?- sino que el delirio de celos, para oponer un obstáculo al puro y simple desencadenamiento de la palabra de la interpretación, trata de restaurar, de restituir el deseo del Otro. La estructura del delirio de celos consiste precisamente en atribuir al Otro un deseo- una especie de deseo esbozado, trazado en lo imaginario- que es el del sujeto. Es atribuido al Otro- No es a mi a quien ama, sino a mi pareja, es mi rival. Como psicótico, trato de instituir en el Otro aquel deseo que no me ha sido dado porque soy psicótico, porque no se ha producido en ninguna parte aquella metáfora esencial que da al deseo del Otro su significante primordial, el significante falo.

Jacques Lacan, Seminario 5, Las formaciones del inconsciente, (1957-58) pág. 492.

El fenómeno de los celos fue abordado por Freud en su articulación con la paranoia y la homosexualidad en el texto de 1922 Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad. Si bien en dicho texto comienza diciendo que los celos son continuación de impulsos muy tempranos de la afectividad infantil y proceden de los complejos de Edipo y fraterno, ya en 1910 encontramos que en sus puntualizaciones sobre el caso Schreber y refiriéndose al mecanismo paranoico, no elige imputar la paranoia a los complejos sino al mecanismo de la formación de síntomas o al de la represión, “Diríamos que el carácter paranoico reside en que para defenderse de una fantasía de deseo homosexual se reacciona, precisamente, con un delirio de persecución de esa clase”.

En el texto de 1922 también plantea que los celos delirantes ocupan con pleno derecho un lugar entre las formas clásicas de la paranoia. Como tentativa de defensa contra un poderoso impulso homosexual podrían se descritos (en el hombre) por medio de la siguiente fórmula: No soy yo quien le ama es ella.

En el párrafo a comentar que proviene del Seminario 5 Las formaciones del inconsciente (1957-58)- dedicado en gran parte al grafo del deseo y a la complejidad de la relación del neurótico obsesivo con el deseo- Lacan retoma la perspectiva freudiana del delirio de celos. Pero precisamente en nuestro párrafo Lacan, que contará ya en su artículo “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” (escrito entre diciembre de 1957 y enero de 1958) con el concepto de forclusión del Nombre del Padre, muestra con claridad el punto donde un sujeto afectado por la ausencia de un significante que no se incorporó solo puede responder desde lo imaginario frente a algo que se le vuelve persecutorio.

En el delirio de celos articulado como una negación que nos presenta Freud, se observa el juego gramatical que se realiza: No soy yo es ella, No es a mí es a ella, con el que se introduce a un tercero respecto del semejante.

El “complejo del semejante” se puede abordar partiendo de la afirmación de Lacan de que todo principio de conocimiento es paranoico; es un conocimiento que se establece en la primera identificación del estadio del espejo, a partir de la cual se instala una dialéctica atravesada por los celos, la rivalidad y la seducción con toda su ambivalencia, en la que el sujeto se aliena a un (pequeño) otro semejante. La necesaria mediación del Otro como lugar de la palabra va a ordenar simbólicamente el mundo del sujeto y articular el discurso del inconsciente. Así es como la relación imaginaria con el otro, mortificada por el significante, es elevada a función de significante. El deseo del Otro, con toda su opacidad, viene a responder al sujeto necesariamente para que su mundo se estructure. Esto supone ya una metaforización.

Incluso desde el Seminario 3 encontramos que el Nombre del Padre se constituye como amarre subjetivo y “soporte del orden instaurado por la cadena significante” metaforizando ese deseo opaco del otro, sobre todo el de la madre.

Unas páginas anteriores a la del párrafo a comentar, señala Lacan: “Allí donde el NP falta, este efecto metafórico no se produce y no puede aflorar lo que hace designar la x como el significante falo”. Es decir, el NP va a permitir interpretar la opacidad del deseo del Otro encauzándolo como deseo de falo, aportando una significación fálica, haciendo posible que, frente al enigma del deseo del otro en el sujeto no se desencadene una significación enigmática.

Volviendo al párrafo, en la psicosis la negación de la que se trata es aquella que conocemos con el termino de rechazo o Verwerfung “primitiva” referida no tanto a la ausencia de la afirmación primordial o Bejahung, en sentido amplio, puesto que el psicótico está en el lenguaje, sino en sentido restringido como forclusión o Verwerfung de ese significante muy preciso que es el del NP.

Este rechazo muestra que el mecanismo que ha operado es diferente que el de la represión y las consecuencias vienen dadas del lado de la posible respuesta del sujeto frente al encuentro con un real que no puede enmarcar con la significación fálica, desencadenándose. Algo que no ha sido primitivamente simbolizado aparece para el sujeto desde el exterior y le deja confrontado y a merced de esa dialéctica imaginaria con el semejante donde necesita traer a la escena a un otro imbuido de un deseo menos peligroso que lo que “el desencadenamiento de la palabra de la interpretación”, su propia significación personal, le plantea.

Es importante precisar que la “producción” de un delirio no es una defensa contra el exceso de goce que le invade sino una respuesta, un intento de reparación, que viene a revestir lo real imposible de soportar. El psicótico se defiende de la ausencia del significante primordial que lo deja a merced de la figura imaginaria, el semejante y es mediante el “juego gramatical” con el que introduce al “tercero” en la escena, como nos muestra Freud, cómo se desarrolla la tentativa de la producción delirante.

Lacan es crítico con el valor causal que Freud le otorga a la homosexualidad y habla más bien de empuje a la mujer porque tampoco es exactamente homosexualidad, es en todo caso un efecto de la ausencia de significación fálica. Dirá que la homosexualidad, supuesta determinante de la psicosis paranoica es propiamente un síntoma articulado en un proceso. Más aún, un elemento que hay que tratar en la cura con mucha precaución, ya que aludir en una interpretación a la homosexualidad podría ser precisamente un factor desencadenante.

Blanca Medina de Toro