En 1975 en la Universidad de Yale, Lacan dijo: “Se trata de hacerlos entrar por la puerta, que el análisis sea un umbral, que haya para ellos una verdadera demanda. Esta demanda: ¿qué es aquello de lo que quieren ser desembarazados? Un síntoma. (…) Yo no les prometo ser desembarazados de un síntoma (…) Yo pongo el acento en la demanda. Es necesario que algo empuje”.
En mi análisis, el parlêtre tardó dos años para formalizar esa demanda a fin de entrar en análisis aunque previamente ya había entrado en transferencia al escribir dos nombres recomendados, entre ellos el del analista, en un papelito en Argentina. La transferencia se abrochó antes de conocerle, pues sin saberlo, el ‘Vi’ ya me había visto.
Varias experiencias de análisis anteriores, todos de la IPA, habían dejado la impronta de un cierto automatón, pero desconociendo lo que verdaderamente empujaba.
Fue el encuentro con un real, un embarazo, lo que condujo al parlêtre al analista. Ese tiempo de entrevistas preliminares fue necesario para enmarcar la angustia, poner la demanda a punto y el síntoma enforma. Lacan utiliza este neoligismo para referirse al objeto a que agujerea el Otro, que cual molde de sombrero, pone en-forma el lenguaje (1).
Con un sueño fundamental, se produjo el franqueamiento que posibilitó la entrada en análisis. Mostró la existencia de un Otro completo que demandaba el sacrificio de una mujer, de su cuerpo, de su deseo, petrificándola. El síntoma a nivel del cuerpo y su imagen, se entrecruzaba con el goce fantasmático de hacerse mirar.
La entrada en análisis puso en primer plano la diferencia madre-mujer, posibilitó el inicio del drenaje de un goce no solo escópico sino melancolizante y situó los significantes fundamentales que retornaron al final, despegando su carga de goce hasta asilarlos en su sinsentido.
El pasaje al diván – cuestión que desplazaba la mirada- no fue un acto cualquiera. Se produjo cuando el parlêtre atrapó la demanda de la que se trataba y vislumbró el goce escópico que le concernía. Recuerdo pasar contenta al diván, confiando en mi inconsciente y dejándome conducir por la transferencia y el SsS. Y allí, algo empezó a empujar, sesión a sesión!
El final de la partida se jugó de la mano de la contingencia, instante de inconsciente real, inconsistencia, autorización sobre lo femenino. El parlêtre encontró una satisfacción en eso que empujaba. Los restos, ahora se ponen al trabajo de manera diferente, en otro agujero, el de la Escuela. Qué magnífico agujero es ése para bordear cada vez, cuando la novela del Otro ficcional ha caído, cuando ya no hay nada que sacrificar, ni mirada que maldiga. Hay el goce singular que se satisface, vivifica el cuerpo y me enlaza a otros.
El final llegó cuando lo real del sinthome dejó de llamar al sentido y en su lugar… Ça s’y sent ! (2)
Patricia Tassara
(1) Lacan J., El Seminario Libro 16, De Otro al otro, editorial Paidós, Buenos Aires 2008, p. 285.
(2)Lacan J. “El Atolondradicho”, Otros Escritos, Paidos, Buenos Aires, 2012, p.505
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