“Lo que importa hacer que precise el enfermo (…) es, no su sistema delirante, sino su estado psíquico en el periodo que precedió a la elaboración del sistema. Se puede entonces comprobar la importancia de los fenómenos que hemos descubierto en el curso de nuestra observación en el periodo anterior al primer internamiento (…). La ansiedad, los sueños terroríficos, son a menudo los engendradores del delirio. Pero detrás de éste hay, además, toda una serie de fenómenos…. Es, ante todo, un sentimiento de transformación del ambiente moral. «Durante el amamantamiento -dice la enferma- todo el mundo estaba cambiando alrededor de mí… (…); Aimée denuncia también fenómenos más sutiles, sentimientos de extrañeza del medio, de déjà-vu y, muy probablemente, un sentimiento de adivinación del pensamiento.”

Jacques Lacan: “De la psicosis paranoica en sus relaciones con la personalidad”, pág. 248. RBA, 2006.

Pesadez vs ligereza

Frente a la psiquiatría clásica, pesada, de puertas cerradas y pacientes atados, Lacan va planteando desde el primer momento otro punto de vista que permita “aligerar” la cura. En este caso nos remonta a los años 30 del siglo pasado. Con sus reflexiones sobre el caso Aimée vemos un movimiento donde él quiere comenzar a usar los instrumentos del psicoanálisis en la psiquiatría para proponer otra forma de situarse frente a los pacientes y sus conflictos.

Cuando pide que el enfermo precise su estado psíquico durante el período que precedió a la emergencia del sistema delirante ¿A quién se dirige? Desde el comienzo hay una doble finalidad en su discurso porque al mismo tiempo que escucha al paciente y le habla, orientándose hacia la cura, también está enseñando con sus escritos cómo hacer, en este caso, con la psicosis.

Como decíamos, frente al peso de la psiquiatría Lacan abre una puerta y, a través de ella, hará un largo recorrido que lo llevará desde las precisiones que hace en el caso de Aimée de cara al desencadenamiento, hasta sus últimos trabajos en relación a la psicosis donde pone en juego otros conceptos, en el sentido del sinthome, los nudos y los re anudamientos posibles del aparato psíquico.

El desencadenamiento es un punto de inflexión a partir del cual se inicia una serie de fenómenos que se hacen insoportables para el sujeto. Pero Lacan quiere ir más atrás.

En “Duelo y Melancolía” Freud consideró que el desencadenamiento podía producirse a partir de hechos muy anteriores, donde habría una situación que daría lugar a la enfermedad, aunque ésta no se manifestara de forma inmediata. En cualquier caso Freud consideraba que frente al estallido había que localizar la escena de “ocasionamiento” de la enfermedad.

Esta es una de las cuestiones que plantea Lacan en el caso de Aimée cuando nos convoca a prestar atención a una serie de fenómenos no tan evidentes. Él busca precisar signos que podrían anunciar un desencadenamiento, sobre todo teniendo en cuenta que el estado prepsicótico muchas veces se confunde con la neurosis. Lacan, por un lado, no cree que haya un gran deterioro psíquico en la psicosis como se pensaba en su época, pero tampoco quiere que se confundan las dos grandes estructuras: neurosis y psicosis (sin desencadenar). Le preocupa encontrar los signos casi imperceptibles de la psicosis para poder intervenir a tiempo. Todas estas cuestiones siguen siendo de gran actualidad.

Lacan tiene tres grandes teorías sobre el desencadenamiento: las elaboraciones previas al Seminario III, las que se corresponden con el seminario y con el escrito “De una cuestión preliminar a todo tratamiento posible de la psicosis” y, en tercer lugar, en relación a las últimas formalizaciones de la topología del nudo.

Hay un momento característico y crucial de la entrada en la psicosis que ocurre cuando en el campo del Otro surge la llamada a un significante esencial que no está. Esta es una cuestión necesaria pero no siempre suficiente. Por eso Lacan quiere ir a un más acá del desencadenamiento. En ese sentido, con el caso Aimée precisa las circunstancias del comienzo de sus “trastornos psicopáticos”, diez años antes del desencadenamiento. Aimée dice de forma precisa y delirante que hablan mal de ella, tanto en su trabajo como en la calle. Está embarazada y esto constituye un punto de inflexión porque se generan fenómenos muy inquietantes para ella. Aimée tiene entonces una niña que nace muerta y ahí se inicia la “cristalización hostil”. Luego tiene un niño al que no permite que lo atienda nadie que no sea ella. Lacan sitúa éste como el momento en que comienza a manifestarse la construcción delirante, por ejemplo, con el temor (delirante) al asesinato de su hijo. Otros indicios que él señala entre los previos de la psicosis son los que conciernen al ambiente moral: su situación en lo social se va desajustando porque ella siente que su mundo no la valora como antes y, a la vez, la relación con su hermana que se hace cada vez más insoportable. Lacan muestra cómo sus frágiles lazos simbólicos se van desmoronando y el suelo que la sostenía se tambalea. En el centro de este drama están la maternidad y el hijo, son dos cuestiones difíciles, donde también se pone en juego la relación con el cuerpo, de hecho, durante el amamantamiento ella siente que todo el mundo está cambiando a su lado. Lo que la sostenía va desfalleciendo, así ella va perdiendo sus sostenes simbólicos y de esa manera entra de lleno en la psicosis.

Lacan plantea que tanto el estado previo del sujeto como la forma de operar con él son fundamentales de cara a la irrupción delirante. Aquí habla fundamentalmente de Aimée, un caso de psicosis paranoica, pero ¿esto permite pensar que en ciertos casos se puede intervenir de forma que haya menos desencadenamientos o menos salvajes?

Graciela Sobral