Reseña de la XVII Conversación del Instituto del Campo Freudiano
Bajo el título “Presencia del analista en la cura”, se celebró en la ciudad de Barcelona la XVII Conversación del Instituto del Campo Freudiano de España en un clima ameno, contando con la inestimable presencia de J.A. Miller, iluminando con sus comentarios cada uno de los casos clínicos presentados. En los meses previos a esta conversación, se realizó un agudo trabajo de intercambio epistémico con preguntas, entrevistas, flashes y una extensa orientación bibliográfica, trabajo que se puede visitar en el site: http://ccbcn.info/ y en la web del ICF-E: https://www.redicf.net.
En dos casos, hemos podido comprobar cómo el amor de transferencia puede a veces desvelarse erotómano, haciendo que la presencia del analista sea demandada de forma exigente o tornarse amenzante. Un caso mostró una gran floritura de fenómenos elementales, un desafortunado desencadenamiento tras una previa estabilización arduamente conseguida. La particularidad de un automatismo mental desaparece, tras el cese de una actividad que el sujeto había sostenido durante muchos años. Tal como indicó Guy Briole en su comentario, “se trató casi de un cuerpo a cuerpo con esta paciente, durante años”. De allí la dificultad de hacer con la presencia del analista en cada sesión, cuando ésta se transforma en invasora para el sujeto. En otro ejemplo, J.A. Miller ubicó que el analista tuvo allí una posición muy contundente respecto de la separación del sujeto con un familiar. Ése fue un punto claro de objeción que el analista con su presencia e intervenciones persiguió decididamente en el tratamiento, para distinguir al sujeto de una identificación masiva a dicho familiar. El analista procede así para preservar al paciente, en tanto la alienación aumentaba su angustia y fantasías incestuosas. Por otra parte, estos casos muestran cómo una transferencia reticular, permite cierta maniobra en la cura.
Otros casos mostraron cómo un sujeto puede quedar petrificado ante la castración en el encuentro con una mujer. En uno de ellos, el analizante buscaba su ser en el analista como objeto para completarse y a la vez completarlo, pero el analista – con su presencia desinteresada por el sentido gozado que el paciente se empeñaba en traer a las sesiones- lograba quitar el tapón transferencial. Podríamos decir, que el analista se mostró soso al intento de inflación de sentido del paciente. En otro caso, la estructura edípica presentaba la misma relación directa con la inexistencia de la relación sexual que el caso anterior. El arreglo encontrado por el sujeto estaba basado en el acuerdo de no tener descendencia con su pareja. De esta forma, el sujeto seguía sosteniendo la posición de falo eternizado de la madre. “La presencia del analista convoca el objeto (a) que está en juego en la causación del sujeto” (1).
En otro ejemplo, encontramos cómo la posición del analista dio cuenta de una gran delicadeza, cuestión proporcional a la fragilidad del sujeto, siendo que la relación del paciente con la vida era casi ausente. El rasgo relevante del caso no era el erotómano sino el ‘hacerse rechazar‘. La presencia del analista ha sido en esta ocasión, la enseñanza de un estilo discreto.
En otro ejemplo clínico, la tarea del analista ha sido “no tomar nada de lo que el paciente trae como algo banal”, nos dijo: “Estoy en el lugar de una memoria sin inconsciente” modo de hacer ante la dificultad del paciente en unir sus relatos a su propia subjetividad particular. Ante un señalamiento mínimo del analista al paciente, J. A. Miller indicó: “esto hace ver que menos es mejor”, “ubicando de esa manera un S1 alrededor del cual gira el caso”. Se trata de la respuesta que cada sujeto da, cuando adviene al mundo tras un hermano muerto. M. Bassols recordó a Freud, ubicando que el duelo se sitúa en lo que uno fue para el Otro. Según Miller, “siempre hay que matar a los muertos cuando gozan de demasiada salud!”, aludiendo al título del caso. Finalmente, la disolución de un S1 se produjo bajo lo que él llamó, “un uso del fantasma como medio de goce”, donde el S1 tomó un uso en el goce sexual a partir de una multiplicación en el imaginario fantasmático.
Para concluir, hemos podido aprender que “El analista se hace semblante de objeto (a) porque éste sólo se puede captar bajo la forma corpórea del analista, es así que la materialización de la pulsión no se puede obtener con un análisis realizado por teléfono o skype” (2), es decir que -a diferencia del empuje actual del neoliberalismo que presenta una variedad de ofertas de tratamiento psi por internet- el analista lacaniano va a tomar su lugar no sólo por lo que interpreta sino fundamentalmente por el cuerpo que aporta y con el que hace, en cada sesión.
Un estupendo cóctel , dio lugar a un animado lazo entre los participantes en el hall del Auditorio del Centro de convenciones AXA .
Patricia Tassara Zárate
- Texto de Presentación, XVII Conversación Clínica ICF- E, http://ccbcn.info/
- Ibídem.
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