Curso de iniciación a la clínica psicoanalítica
¿Cómo opera el psicoanálisis?

Resumen de la sesión síntoma y repetición

A Coruña, 7 y 14 de Febrero de 2017

Síntoma y repetición es una de las sesiones del “Curso de Iniciación a la Clínica Psicoanalítica”, que llevamos impartiendo varios años en A Coruña a través del Instituto del Campo Freudiano en Galicia, en esta ocasión bajo el título ¿Cómo opera el Psicoanálisis?.

Para esta sesión tomé como referencia el Seminario que Manuel Fernández Blanco impartió en Caracas en marzo de 2009: “La repetición como concepto fundamental del Psicoanálisis” (Ed. Capitón).

En este seminario, Manuel Fernández Blanco hace un recorrido por tres seminarios de Lacan correspondientes a tres momentos de su enseñanza: el Seminario II, que corresponde a la época de su Escrito “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón desde Freud”, que estamos estudiando en el SCF, es la época de la primacía de lo simbólico, del inconsciente estructurado como un lenguaje. El Seminario XI, correspondiente a la época en que Lacan habla del objeto a como causa, y el Seminario XVI en el que ya hablará del objeto a como plus de goce.

En el Seminario II, Lacan se ocupa de la compulsión a la repetición, que podemos encontrar en “Más allá del principio del placer” de Freud.

Como se dijo anteriormente, el Seminario II corresponde a la época de la primacía de lo simbólico. Toma el concepto de “estructura elemental” del parentesco, de Lévi-Straus, la prohibición del incesto, algo que no es instintivo ni natural en otras especies, para señalar que hay una ley simbólica que abre una distinción entre lo natural y lo cultural. Lo que distingue al sujeto humano es la palabra. Un cachorro humano ya no nace en un mundo natural, si no en un mundo de lenguaje donde ya no es posible el goce absoluto.

La función de la palabra es el eje articulador de la experiencia analítica, a lo que opone las resistencias que sitúa en el yo imaginario.

Al situar al yo como sede de las resistencias, Lacan rompe con los postfreudianos, que situaban las resistencias del lado del inconsciente. Es freudiano al pensar el yo como ilusión de control, es un sueño de dominio que pretende igualar el sujeto a la conciencia.

No hay manera de hacer coincidir inconsciente y yo. El síntoma es un efecto de sujeto, no se puede abordar en el registro del yo. Para Lacan, el inconsciente es ese sujeto ignorado por el yo.

El yo cumple una función imaginaria, nos dota de una ilusión de unidad que nos permite presentarnos frente al otro. El yo ideal es el que nos dota de una imagen acorde con el Ideal del Otro, por eso es el sostén imaginario del sujeto en el mundo, pero determinado simbólicamente por las palabras del Otro. La angustia surge cuando se rompe esa imagen, cuando algo nos vuelve a la realidad de incompletitud.

El centro rector que se le ha buscado a esa imagen es la conciencia. Uno puede pensar que el sujeto se conoce en su conciencia, en su reflexión, que la conciencia puede ser fuente de conocimiento, como en la Filosofía. El Psicoanálisis muestra que el sujeto no es amo de sus reflexiones, de sus palabras, más bien las palabras lo dominan a él sin saberlo.

El inconsciente es donde habita la verdad reprimida del sujeto, es sorpresa, no es calculable ni predecible. Es algo del orden del lapsus, del olvido, del sueño y, por supuesto, del síntoma. Desde el inconsciente nunca se puede decir “soy”, porque uno no se reconoce en el lapsus, siempre aparece como algo extraño.

Entre el yo y el inconsciente no hay complementariedad, pero tampoco uno es el revés del otro. Lacan dice No solo hay disimetría absoluta: hay diferencia radical. El inconsciente es ruptura del sentido yoico que todos nos afanamos en restablecer porque la ausencia de sentido angustia.

Freud también encontraba esta disimetría entre el principio del placer y la compulsión a la repetición (inconsciente como insistencia), y este fue el objeto de estudio en “Más allá del Principio del Placer”, ¿cómo articular ambos?.

El aparato psíquico de Freud está formado por dos tendencias, la restitutiva, que sería el principio del placer y realidad, y la repetitiva, que sería la pulsión de muerte. La pulsión de muerte es la presencia de la muerte en vida, algo que empuja a pasar el límite. No existen muerte y vida separadas.

Freud decía que el principio del placer es que el placer cese. En esta lógica el principio de realidad nos dice que, por buscar excesivamente el placer, pasa lo peor. El principio del placer no se opone al de realidad. El principio de realidad está al servicio de que el placer dure moderándolo. Lo desadaptativo no es la relación entre los dos principios, si no la necesidad de la repetición.

Freud se da cuenta de esta necesidad de repetición en contra del principio del placer al ver que sus pacientes neuróticos que habían vivido un hecho traumático soñaban con él repetidamente, sobre todo aquellos a los que este hecho no había dejado una marca, una herida en el cuerpo. Pensaba que lo que intentaban con estos sueños era ligar la energía para dominar el acontecimiento traumático. Ligar la energía supone el intento de inscripción, de ciframiento en el aparato psíquico, condición para que haya deslizamiento por la cadena significante. Para Freud, el trauma es un hecho sin dicho. El trauma es inasimilable en las redes del principio del placer (tratamiento del goce por lo simbólico), se resiste a la captura en la cadena significante.

Para Lacan, en este momento del Seminario II, la compulsión a la repetición es equivalente a la insistencia significante. Hace equivaler la repetición a la transmisión de la deuda simbólica. El inconsciente es una máquina que trabaja incesantemente en busca de la repetición, cuanto menos se sabe más trabaja. Producir un saber sobre lo inconsciente es lo que puede permitir un descanso a esta máquina.

El trauma supone que hay algo que nunca termina de inscribirse, no todo pasa al campo de la representación, no todo puede significantizarse, hay un resto (lo real), por eso se sigue repitiendo.

En el Seminario XI, Lacan dice que la repetición no es simplemente la reminiscencia, implica que algo se produzca otra vez.

“Ahora tenemos que detectar el lugar de lo real, que va del trauma al fantasma –en tanto que el fantasma nunca es sino la pantalla que disimula algo absolutamente primero, determinante en la función de la repetición- ;esto es lo que ahora nos toca precisar”.
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“El análisis, más que en ninguna otra praxis, está orientado hacia lo que, en la experiencia, es el hueso de lo real”.

Este real se produce en un encuentro que se escabulle por estar fuera de lo simbólico. Lacan hace equivalente la tyche a este encuentro. Lo real se sitúa más allá del automatón del retorno, del regreso de los signos, a los que somete el principio del placer.

Entonces, tenemos por un lado la tyche, equivalente al encuentro con lo real, y por otro el automatón, situado en el principio del placer. Lo real sería lo que está detrás del automatón.

El encuentro con lo real siempre es fallido, por eso se repite, y es a lo que llamamos trauma. El trauma es lo real como inasimilable, una excitación sin saber, un hecho sin dicho, sin significantizar.

El trauma supone siempre una contingencia, un encuentro imprevisto y azaroso. La excitación propia del trauma puede venir de fuera o de dentro, pero para que sea trauma tiene que ser un acontecimiento con una implicación subjetiva, algo que concierne al sujeto, una mezcla de real y subjetividad. No depende de la gravedad del acontecimiento, ni de la cantidad o proximidad al horror, si no de que toque un punto inasimilable para el sujeto. Siempre es, de algún modo, un segundo momento.

El trauma supone siempre una contingencia, un encuentro imprevisto y azaroso. La excitación propia del trauma puede venir de fuera o de dentro, pero para que sea trauma tiene que ser un acontecimiento con una implicación subjetiva, algo que concierne al sujeto, una mezcla de real y subjetividad.

El trauma no depende de la gravedad del acontecimiento, ni de la cantidad o proximidad al horror, si no de que toque un punto inasimilable para el sujeto. Siempre es un segundo momento. Su marca perdura y se impone en la repetición. Faltan las palabras para decir lo insoportable.

Como el trauma presenta un aspecto incurable estructuralmente, el sujeto se dota de un fantasma para tratarlo. El trauma está oculto tras la pantalla del fantasma.

A los humanos nos falta un saber sobre lo real, sobre lo real del goce sexual, no disponemos de la respuesta del instinto que tienen otras especies Tenemos que encontrar respuestas particulares para poner en juego el goce sexual. Esto es lo que significa la expresión de Lacan No hay relación sexual . No hay relación natural de lo que debe ser la relación entre un hombre y una mujer. Y eso es el trauma, el encuentro con un goce sexual, sin ese saber sobre la sexualidad. Por eso, en la escena traumática, el cuerpo no metaforiza, no metaboliza el goce. En el lugar de eso no quiere decir nada, gobierna un eso quiere decir sustituto: la repetición. En el lugar de lo que no se puede decir, la repetición.

No es el sexo lo traumático, si no la ausencia de saber y el enigma en el que esa ausencia deja al sujeto porque no hay respuesta. Por eso el sujeto tiene que construir su propia respuesta en forma de síntoma. Todos los neuróticos encuentran ese real en la contingencia, en el azar, y responden con su síntoma.

Habría al menos dos momentos del trauma: el trauma causal (que produce el surgimiento del síntoma) y el trauma originario (la irrupción de lo real en la vida del sujeto). A la vez la causa deja de ser lineal, ya que se juega en el apres-coup de sus efectos.

Manuel Fernández Blanco trae a su seminario el Caso Emma, de Freud (Obras Completas, T.I), para hacer un análisis del trauma.

Se ve en este caso de Freud como el encuentro con el goce sexual es azaroso, contingente. El primer momento, trauma no está causado por el acto pederasta, por el abuso, si no por la irrupción de un goce sexual y la falta de un saber capaz de metabolizarlo. El segundo encuentro ya es repetición y se produce bajo la forma de un fantasma que organiza la escena para el sujeto, el fantasma ya es una respuesta, un modo de tratamiento del trauma.

El trauma vela el goce que hay en juego para el sujeto y lo real de la ausencia de un saber sobre el sexo. El fantasma es una pantalla, que a la vez, muestra y oculta ese encuentro. Por eso no hay un fin de análisis sin atravesamiento del fantasma, para hacer un abordaje de lo real.

A ese punto más allá del fantasma, Lacan lo denominó, al final de su enseñanza, como sinthome, la forma en que el sujeto se confronta a la pulsión. Se trata, al final de un análisis, de identificarse al sinthome, a saber hacer con el síntoma, con la invención más particular del sujeto, su nombre de goce.

El trauma aparece entonces, como el encuentro contingente con el goce sexual y como la ocasión para construir una respuesta particular, ante esta irrupción, como la forma del sinthome. A partir de ese momento, todo surgimiento de cierta modalidad de lo real será leído con las significaciones del sinthome. Ya no serán fenómenos causales, sino causados por la repetición del sinthome y por la posición del sujeto en su discurso. Sobre todo encuentro posterior recaerá, en un efecto apres-coup, un primer sentido.

La sesión terminó con el testimonio de Pase de Xavier Esqué, “Al final del análisis el síntoma se hace practicable”, (Revista Freudiana 39), donde se pudieron apreciar muy bien los conceptos estudiados.

 

Carmen Garrido