Para obtener resultados de la dirección de la cura en lo concerniente al final del análisis, para restaurar su poder de enseñanza, su poder verdaderamente didáctico, Lacan realizó modificaciones  en dos puntos de las reglas tradicionales de los Institutos. En primer término, suprimió el sobreentendido a priori del contrato didáctico, y, segundo, hizo accesibles públicamente los resultados de la efectuación de una cura, en el caso en que ésta culminase en la formación de un analista, mediante un dispositivo de relato, que formaba en conjunto el dispositivo del pase. Esta experiencia apuntaba a constituir una nueva clínica del analizante en cuanto tal.

Éric Laurent, “Concepciones de la Cura en Psicoanálisis”, Ediciones Manantial, Buenos Aires, 1984, p. 13

Selección: Juan José Rebolledo

Comentario:

El párrafo aquí seleccionado viene como anillo al dedo para dar cuenta de lo genuino del psicoanálisis de orientación lacaniana, de la necesaria herejía introducida por Lacan para rescatar la verdad freudiana e impedir su naufragio. Esa crucial modificación que introdujo Lacan respecto a las reglas tradicionales de la IPA, tuvo estatuto de acto y apuntó al saber y la transmisión en psicoanálisis, reintroduciendo en su centro un vacío. Ese acto tuvo incidencias en el nudo mismo del psicoanálisis.

La primera incidencia, sobre la dimensión clínica: el psicoanálisis lacaniano no presupone un apriori didáctico, esto es, un saber constituido y establecido en poder de un experto. En su lugar, Lacan instaló el dispositivo del pase, y con éste la tarea de transmitir y formalizar el saber en psicoanálisis. La segunda incidencia, sobre la dimensión epistémica: los principios teóricos deben ser vueltos a pensar, deben ser revisados a partir de la experiencia clínica, tal como siempre procedió Freud. El analizante, alcanzando su final de análisis, deviene analista de la Escuela comprometiéndose en la vía del pase y testimoniando de su saber, haciendo avanzar así la teoría psicoanalítica. Y para finalizar, esa reformulación conlleva también una tercera incidencia, sobre la política: la escuela no es una agrupación de expertos, sino de analizantes que se comprometen desde su propia cura, a sostener en el mundo un lazo social inédito. Eso es, a sostener una escuela, no de identificados, sino causada por un deseo no anónimo que se encarna uno por uno.

Entonces, el agujero en el saber es el que está en el centro de la experiencia analítica, anudando de este modo las tres dimensiones del psicoanálisis: clínica, epistémica y política.

 

Irene Domínguez