Pensaba entonces que un análisis que comienza y un análisis que dura no son en absoluto lo mismo. Un análisis que comienza, un análisis que dura y también un análisis que termina; o digamos simplemente que se detiene, sin preguntarnos de inmediato si se detiene bien o mal y a partir de qué criterios se juzgará lo que es correcto e incorrecto en la materia. Son tres análisis, tres modalidades de análisis, que no se presentan en absoluto de la misma manera, que exigen en todo caso del analista que no tenga la misma posición ni el mismo modo de obrar.
Jacques-Alain Miller. Sutilezas analíticas, Paidós, Buenos Aires, 2014. p. 109.
Selección: Antonio Lorente Gracia
Comentario:
Jacques-Alain Miller continua el capítulo VII de su curso que empieza con este párrafo en el que plantea “tres modalidades de análisis” recordando que si bien la estructura del dispositivo analítico es permanente ello no impide que lo que ocurre, lo que acontece, no se manifieste de manera distinta. Al comienzo de un análisis el acontecimiento, lo nuevo, ocurre tanto en lo que se dice como en el decir del que se dirige a consultar a un analista. Se trata sin duda de la instauración de la transferencia en la que ya no se trata de lo que uno se dice a sí mismo sino que le dice a otro, el analista. Lo podríamos situar en el plano de la fenomenología misma, no hay uno sino dos. Lo esencial es que se transforma lo que se dice porque “toma forma”. Toma forma por el hecho de decirse. “Lo amorfo mental adopta la estructura de lenguaje”. Forma que tiene una suposición. Se supone que hay ahí, encerrada, como desconocida, una verdad del sujeto a despejar, casi como la incógnita de una ecuación matemática.
La formalización de lo que el analizante dice no puede ser ajena a quien se lo dice, como siempre que se habla. Por el hecho de hablar, el registro de la verdad y la posición del que habla están en juego. El analista está pues incluido en cuanto el analizante toma la palabra. Es su posición, diferencial respecto a los otros interlocutores en la vida del sujeto, lo que introduce la nueva dimensión. La dimensión de que el síntoma, el sufrimiento, tiene un sentido, que puede ser descifrado. Un saber a conseguir.
Los efectos terapéuticos de los comienzos del análisis, a los que Freud equiparó a las curas por amor, amor de transferencia en este caso, no son infrecuentes precisamente porque el sentido produce efectos terapéuticos. Los conocidos como el efecto de los llamados insight: “Ah era eso! Ahora lo entiendo!” Estos efectos de revelación de saber sobre uno mismo con valor de verdad en ocasiones pueden producir la transferencia negativa, “tu me lo has hecho decir”, forma de rechazo del saber.
Los efectos de revelación si se apaciguan y se vuelven cada vez mas escasos en un “análisis que dura” es precisamente porque el saber y la verdad cambian de estatuto. La verdad va variando a medida que el análisis prosigue, muestra su variabilidad, y el saber que se construye se distancia de la revelación para mostrar su faz de ficción. Pasa del saber a descubrir al saber a inventar. El saber sobre el síntoma pasa de lo necesario a lo contingente. Necesitará aún que esta contingencia, lo que cesa de no escribirse, se escriba sobre el fondo de lo imposible. Distinción fundamental respecto a las revelaciones del comienzo de la cura. El saber en el lugar de la verdad del discurso del analista no es saber sobre la verdad desconocida del sujeto.
Montserrat Puig
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