Alguien viene en busca de un análisis, es el comienzo de este movimiento. Lo recibimos sin prejuicios, sin presuposiciones, sin saber, y para decirlo como Bion, que es muy popular en Brasil, sin memoria. Sin embargo, nosotros sabemos. El sujeto que recibimos viene porque tropezó en su camino, porque para él hay un hueso, una piedra en su camino. Lo invitamos a hablar y, maldición, ¡qué desgracia!, su palabra toma la forma de la repetición.
J.-A. Miller, El partenaire-síntoma, Paidós, Buenos Aires, 2018, pp.332-3.
Selección: Patricia Heffes
Comentario:
Hay analista cuando el que está llamado a cumplir esa función consigue suspender el saber acumulado en su inacabable formación. Solo de este modo puede estar a la altura de esa única regla que impone al analizante: la asociación libre. Sería un abuso de poder “alimentar la necedad” (1) de la que se ocupa nuestra linguistería, reservándose, a la vez, el lugar del sabio.
Sin embargo, hay algo de lo que el analista está advertido, algo que, sin ser un prejuicio, sabe de antemano: en todos los casos, mas allá de las singularidades, vamos a tropezar con lo que se repite. Que lo llamemos “piedra en el camino” (2), siguiendo al poeta, o “hueso” en palabras de J. A. Miller solo son intentos de darle algún nombre a esa tendencia misteriosa a la que Freud denominó “Repetición” y que Lacan eligió para conformar la serie de los cuatro conceptos fundamentales del psicoanalisis.
Estamos condenados a la repetición de aquello que nos conduce a lo peor, condenados a tropezar en la misma piedra, a la decepción renovada y en definitiva al reencuentro con lo traumático.
Si el fenómeno de la repetición en el comportamiento del ser humano, es una constatación histórica, su causa siempre ha sido enigmática. La figura del destino es la respuesta mas socorrida, sin embargo, Freud fue implacable con esta coartada, sosteniendo la idea de que el sujeto no siempre es víctima pasiva de una voluntad externa cuando es el inconsciente quien se juega la partida.
Le pedimos al analizante que diga cualquier cosa, dandole toda la libertad posible para que libere su palabra a sabiendas de que siempre dirá lo mismo. Captar el factor de repetición requiere un tiempo, pero en ocasiones se verifica en las primeras entrevistas y permite arriesgar una interpretación que inaugure la transferencia.
Más allá de las articulaciones significantes que obtenemos en las asociaciones con las que el sujeto despliega la trama de sus penalidades, hay algo opaco que está en la raíz de la repetición. Se trata de la marca primera que deja el encuentro inaugural con un goce. Marca que pone un limite a las leyes de la sintaxis asociativa. El analista no debe atribuir este limite a una cobardía del yo que no quiere saber nada, pues sería confundir la resistencia a la verdad con la imposibilidad de lo real. No obstante, tampoco puede renunciar a cernir esa marca hasta sus ultimas consecuencias. En la profusión de significancia que se produce en cada sesión tendrá que captar el significante que se conecta con el agujero y no con otro significante. Ese significante que engancha con lo real del goce que no cesa de repetirse. No es suficiente con que la interpretación produzca, mediante el equívoco resonancias pulsionales es aun necesario que tenga un efecto de agujero. Como el poeta (3) al analista le corresponde violentar el sentido común y como el cirujano deberá cortar la trama discursiva para extraer el significante que condena al sujeto a una desgraciada repetición.
La repetición obliga al analista a concebir la “enfermedad” de otra manera, ya no se trata de un hecho pretérito susceptible de ser reconstruido sino de una potencia absolutamente actual actuando en la cura y que implica al analista en la transferencia. No olvidemos que es por la vía del amor que Lacan realiza su ultimo viaje hacia lo real (4)
Rosa López
(1) Lacan. Seminario XX “Aún” p. 23
(2) Carlos Drummond de Andrade. “No meio do camino”
(3) “la hazaña del poeta sería eliminar un sentido y reemplazar este sentido ausente por una “significación” . J.A. Miller “El ultimísimo Lacan” p. 177
(4) “Si el deseo tiene un sentido, el amor solo tiene una significación” J.A. Miller. “El ultimísimo Lacan” p.178
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