Ese fantasma es el que hace de pantalla no solo ante lo real, sino a su ser de sujeto, en la medida en que lo que precipitaría a un sujeto al análisis sería la búsqueda de su ser. (…) Se trata pues de que el mayor efecto de la experiencia analítica no sea ni de curación ni de formación, sino, hablando con propiedad, de revelación ontológica por lo que al sujeto se refiere.
Miller, J. A., (1997), El Ser y el Uno. Lo real de la experiencia analítica. Clase del 2 de Febrero de 2011. Freudiana 75, 2015, p. 8, Barcelona.
Selección: Angelines Monreal
Comentario:
Miller señala, en el comienzo de esta clase, cómo si bien en la experiencia de un análisis hay efectos terapéuticos y didácticos, dicha experiencia va a implicar consecuencias que inciden en el fantasma del sujeto, y que cristalizan en el pase en tanto franqueamiento de ese estancamiento constitutivo que hace de pantalla y de ventana a lo real. Pero Miller va a señalar también que el fantasma no solo vela lo real, sino también el ser del sujeto que se habría vuelto opaco. Así, siguiendo a Miller, el analizante se sostiene en una incógnita, y el final del análisis, como travesía del fantasma y caída de ese velo, tendría un efecto de revelación ontológica en lo que al sujeto se refiere.
Pasa que muchos análisis comienzan porque el fantasma se ha visto conmovido, emergiendo la angustia y el síntoma que han llevado a la demanda de análisis. Pero si la experiencia avanza no dará como resultado un apuntalamiento en el fantasma sino su atravesamiento, y la revelación, en el plano ontológico, va a ser paradójica por tratarse del encuentro con un deser en el lugar donde se creía ser.
Pero como Miller señala en este curso, atravesado el fantasma hay de lo Uno, un Uno diferente al Uno fálico que da consistencia al ser. Destituida la institución fálica en la que el analizante sostenía su ser, hay la constatación de aquello que siempre estuvo: ese goce que existe y no se franquea, aquello que itera ya sin el asidero del fantasma y desligado de los designios que éste imponía, y con el que queda saber hacer.
La perspectiva del final de análisis queda entonces modificada y con ella la orientación desde el comienzo. El atravesamiento del fantasma pasa a ser considerado como un momento lógico en un análisis, un momento a pasar que sitúa las condiciones de posibilidad para el encuentro con lo mas singular. Si bien al final ese goce se constata de otro modo, poder leer desde el comienzo lo más singular que en ese parletre acontece permite que un analizante pueda tener otra experiencia del análisis y del inconsciente, y sitúa en el horizonte la posibilidad de un final con relieve, un final singular.
Blanca Cervera
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