Comentario al capítulo XXI. “Texto sobre Voltaire” de J.A. Miller de El partenaire- síntoma
“Es la Medusa del Witz. Nos liberamos de ella mediante la risa” señala Miller. ¿Qué quiso decir Miller con esta frase? se pregunta el propio Miller, tomando esta frase como punto de partida. Dirá también que en Voltaire todo es Witz, estamos ante el elemento mismo del ingenio, siendo esta la forma a priori de su percepción del mundo, la sátira y el ingenio.
Voltaire (1694-1778) se burla de todo, incluso de su propia muerte. Luego, Miller, nos habla del café de Lagoupille, para decirnos que en él se condensa todo: una política, una metafísica, una lógica y una estética, como en el texto de Voltaire. Así nos señala que este es el principio fundamental del significante, a saber, que siempre hay dos aspectos en una misma cosa. Así el café de Lagoupille es un objeto que se transforma, es una referencia que puede contarse como uno, o bien, como siete, según lo que se quiera hacer de él.
Por otra parte Miller en “Pequeña digresión sobre ‘La pequeña digresión’ de Voltaire”, nos muestra, partiendo del texto de Voltaire (1766), lo que es el amo moderno, después del nacimiento de la ciencia y la dictadura de la opinión. A su vez, señala que los psicoanalistas están condenados a hablar de lo que no ven, como los ciegos de Voltaire, los psicoanalistas son todos ciegos en la medida en que se ocupan de algo que no se ve. Señalando que aquellos que ya no crean más en el inconsciente se convierten, necesariamente, en canallas. Por otra parte, la lingüística de Lacan (su linguisteria) consiste en decir que en lugar de tener visiones de un mundo al que no saben cómo acceder, los psicoanalistas podrían mejor ocuparse de aquello que es sensible materialmente, esto es, lo que les entra por la oreja, concentrarse en la estructura del lenguaje, en lo que escuchan, y en lo que es hablar y escuchar, es decir, en la estructura de la comunicación.
La pequeña digresión es el manual del no-incauto, y ¿Qué es el no-incauto? Aquel que se burla de los poderes de la palabra, creyendo que no es más que semblante. Esta creencia, dice Miller, es errónea y por este motivo es un tonto, yerra, y si es psicoanalista se convierte en un canalla. Lo real en juego se le escapa, se lo vela su risa. En cualquier caso, Voltaire, aun sabiendo que no se termina nunca con los poderes de la palabra, se empeña en negar las cosas invisibles. Podemos empezar a dormir el sueño lógico-positivista y liberal. El discurso científico y su efecto catastrófico por mediación del delirio positivista. “Aquello de lo que no se puede hablar, hay que callarlo” nos dice Voltaire. Alguien que desconoce las cosas ausentes, las cosas que no se ven, que niega lo invisible, es necesariamente un canalla.
La ceguera del cuento es la castración. Siempre tenemos un sentido de menos. Los videntes son siempre ciegos, como Tiresias (Edipo y Antígona), que puede ver lo que verdaderamente cuenta, más allá de los sentidos.
La trayectoria analizante pasa de lo trágico a lo cómico, donde el pase es su Witz. Nos encontramos en cierto modo aplastados por la perfección ¿Qué se puede decir después de Voltaire, de Freud, de Lacan? Esto está presente en la Medusa del Witz, y en su silencio. Nos liberamos de ella mediante la risa ¿De qué nos liberamos? Sin duda, detrás de la perfección de lo bello, hay la angustia. Y de allí procede la Medusa del Witz. ¿Qué es la risa? El secreto de la risa es menos phi. La risa establece una relación con la angustia de castración, la risa siempre es una risa de castración, la risa libera de la angustia de castración, a modo de convulsión. La risa es el fenómeno que habita a aquel que no considera de una manera trágica la castración, la falta.
PEQUEÑA DIGRESIÓN, VOLTAIRE (1766)
En los primeros tiempos de la fundación de los Quinze-Vingts (*) se sabe que eran todos iguales, y que las pequeñas cuestiones internas se decidían por mayoría de votos. Distinguían perfectamente por el tacto la moneda de cobre de la de plata; ninguno de ellos confundió jamás el vino de Brie con el vino de Borgoña. Su olfato era más fino que el de sus vecinos que tenían dos ojos. Razonaban perfectamente fundándose en los cuatros sentidos, es decir, que conocían todo lo que es posible saber; y vivían todo lo tranquilos y felices que unos Quinze-Vingts pueden serlo.
Por desgracia, uno de sus profesores pretendió tener nociones claras sobre el sentido de la vista; se hizo escuchar, intrigó, formó un grupo de fanáticos; finalmente, le reconocieron como jefe de la comunidad. Se puso a dictar sentencias soberanas sobre los colores y empezaron los desastres.
Este primer dictador de los Quinze-Vingts empezó por formar un pequeño consejo con el cual se adueñó de todas las limosnas. Por este medio nadie se atrevió a resistirle. Decidió que todas las ropas de los Quinze-Vingts eran blancas; los ciegos lo creyeron; y no hablaban más que de sus hermosas ropas blancas, a pesar de que no había ni una sola de este color. Todo el mundo se burló de ellos, y fueron a quejarse al dictador, quien les recibió de mala manera; les tachó de innovadores, de incrédulos, de rebeldes que se dejaban seducir por las opiniones erróneas de los que tenían ojos y que se atrevían a dudar de la infalibilidad de su amo. Esta querella dio lugar a la formación de dos bandos.
El dictador, para calmarlos, dio una orden según la cual todas sus ropas eran rojas. No había ni una sola prenda de color rojo en los Quinze-Vingts. Se burlaron de ellos más que nunca. Nuevas quejas por parte de la comunidad. El dictador montó en cólera, los otros ciegos también: disputaron durante largo tiempo y la concordia sólo se restableció cuando se dio permiso a todos los Quinze-Vingts para que suspendieran su juicio acerca del color de las ropas que llevaban.
Un sordo, al leer esta historieta, admitió que los ciegos hacían muy mal al opinar sobre colores; pero persistió en la opinión de que solamente a los sordos correspondía juzgar en materia de música.
Cosme Sánchez
Seminario del Campo Freudiano de Bilbao
(*) Asilo para ciegos fundado por Saint Louis en París, en el siglo XIII.
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