Brevemente trataré de dar cuenta de algo de mi experiencia en relación a un servicio de acompañamiento social que coordino desde hace tres años. Se trata de un centro de día para personas en exclusión social, inscrito en la red de la Diputación Foral.
Vilma Coccoz, en “La práctica analítica en instituciones”, señala que la definición del acto de instituir hace referencia a la posibilidad de establecer algo de nuevo, dar principio a una cosa. El modo de hacer institución es, pues, relativo al discurso que lo sustenta; por ello, una orientación analítica puede suponer una clínica anti-segregativa.
Por su parte, Alfredo Zenoni en “Orientacion analítica en la institución psiquiátrica”, sitúa algunas coordenadas para pensar este tipo de prácticas, destaco tres puntos:
- Las instituciones de cuidados y de asistencia existen, antes que para “tratar” al sujeto, para acogerlo, ponerlo al abrigo o a distancia, ayudarlo, asistirlo: antes que tener un objetivo terapéutico, es una necesidad social.
- Lo que motiva la creación de una institución es la necesidad de una respuesta a fenómenos clínicos tales como ciertos estados de la psicosis, algunos pasajes al acto, algunos estados de deterioro físico que pueden conducir al sujeto hacia la exclusión social absoluta o hasta la muerte. Es decir, la clínica exige una respuesta de una práctica social e institucional, cuando aquello que del goce retorna en el cuerpo y en el actuar bajo diferentes formas.
- Finalmente, Zenoni habla de lo que llama una “Tercera vía”: Cuando colocamos en la base de la existencia de la institución su motivación clínica, entonces, podemos proponer una práctica colectiva “entre varios”, integrando el psicoanálisis en un conjunto interdisciplinario de prácticas.
Bien, entonces para nosotros se trataba de poder organizar este espacio: un espacio social en el campo de las psicosis. Optamos por apoyar nuestra práctica en cuatro ejes de elaboración: La singularidad, una orientación clínica, una praxis social y crear una atmósfera. Voy a desglosar un poco estas cuatro cuestiones.
- LA SINGULARIDAD. Atendemos 15 plazas (15 personas) y tenemos una máxima: No tenemos un centro, tenemos 15 centros, uno para cada persona. Para ello era necesario dotarnos de un espacio, un tiempo y un método de cara a poder acoger y trabajar esta particularidad. En este sentido nos orientamos por una práctica llamada “la construcción del caso en red”. Cada semana el equipo del centro se reúne en torno a un caso. Incluyendo la posibilidad de invitar a otros profesionales que atiendan el caso en común.
La construcción del caso es una conversación particular. Se trata de interesarse por los interrogantes que plantea cada caso. Para ello, es necesario pensar el saber cómo aquello que no está aún producido, elaborado, ni completado. Sino, más bien, como algo que está por venir, por extraer, por deducir. De esta manera es posible crear un agujero, un vacío central que aspira un saber que debe elaborarse. Es, en definitiva, esta posición de no saber sobre el sujeto, la que animará una conversación a la que llamaremos la construcción del caso en red: una mirada que nos permita interrogarnos sobre cada caso y producir un saber nuevo, colectivo, que pueda orientarnos.
- Una orientación clínica. Dotarnos de una orientación clínica nos permite orientarnos y sostener un trabajo inter-disciplinar y colaborativo, en conversación con otras disciplinas.
- Una práctica social. En dos sentidos. En primer lugar, el dispositivo se irá creando en función de una praxis mediada por el trabajo de casos que realizamos una vez a la semana. Este espacio supone el pivote en el que se apoya toda la praxis del dispositivo, es el punto que ordena y estructura todo el trabajo. En este sentido, había que poder dejar en suspenso un cierto marco normativo, es decir: sabíamos cuando abríamos y cuando cerrábamos, pero no sabíamos lo que iba a suceder en el intervalo. Confiábamos en que todo esto se podría ir dilucidando a partir del trabajo de los casos. Es decir, de la singularidad de cada caso deduciríamos el resto.
Por otra parte, como práctica social, nos desmarcamos del acto terapéutico para trabajar desde un campo social, en el sentido de promocionar aquellas cuestiones que favorezcan ciertos recorridos sociales teniendo en cuenta las invenciones de cada sujeto, pero también en el sentido de acoger a cada uno sin la voluntad de someterlo a un tratamiento de reeducación, educativo o similares (Cuestiones estas habituales en las prácticas de este estilo).
- Si por un lado partíamos de nuestro interés por la singularidad, también nos fuimos dando cuenta de que era necesario crear, lo que llamamos, una ATMÓSFERA.
Una atmósfera cálida, flexible y respetuosa con la diversidad de posiciones subjetivas. Un centro light. Tratando de generar un campo hospitalario al estilo de un club social donde cada persona pueda ocupar su lugar. Nos parecía que en el campo de las psicosis esta cuestión resultaba especialmente fundamental y delicada ya que, en ocasiones, esta atmósfera que envuelve al sujeto se vuelve muy persecutoria e inquietante. A su vez, esta modalidad de trabajo sobre la atmósfera desplaza la pregunta sobre el sujeto (Usuario/ paciente) hacia la pregunta sobre la red. Constatamos en nuestra práctica que en ocasiones no se trata de “tratar” al sujeto, sino de tratar la red, la atmósfera, la institución, el servicio.
Para finalizar…
Si pensamos que el Otro es esa atmósfera que envuelve al sujeto, me pregunto ¿Qué figuras del Otro puede encarnar una institución para este tipo de sujetos? Esta idea se podría complementar con el concepto de discurso, en Lacan. Dicho de una manera sencilla, el discurso es la estructura del lenguaje en tanto en cuanto hace lazo social. El lenguaje en su vertiente “instrumento para el lazo”. Cada discurso es un orden, y su eficacia tiene que ver con un cierto automatismo, un ordenamiento.
En este sentido, El Otro es un lugar en el discurso. Un lugar que puede ser ocupado por diferentes cosas: un S1, un ideal, un saber. Por otra parte, el discurso produce una operación sobre el goce del sujeto, ahí radica su fuerza. Hay un goce singular que constituye el núcleo real del síntoma, pero también hay un goce que se contabiliza y que puede entrar en un dispositivo de regulación social.
En cualquier caso, la cuestión quedaría limitada al caso por caso, ya que como señala Nicolás Landriscini, “no se encarna el mismo Otro para acoger a un esquizofrénico (donde el Otro no existe, y el goce retorna en el cuerpo) que a un paranoico (donde el Otro existe y el goce viene de él). La clínica del caso por caso pone un límite a las propuestas universalizantes animadas por una lógica colectivizante. Entonces, podríamos hablar de “tipos de figuras del Otro” que encarnamos en las instituciones, a condición de ser capaces de modularlas a la singularidad de cada caso.
Cosme Sánchez Alber
Participante en la Antena Clínica de Bilbao- SCF
Deja tu comentario