Comentario al Seminario de JA Miller El Partenaire sinthome
SCF Bilbao 2015-16
Cap. XX- EL DIVERTIMENTO DEL VALET
Cuando hablamos de valet, hablamos de Arlequín, de la figura del sirviente, el criado, el ayuda de cámara de su amo. Arlequín sirve a dos patrones a la vez, tiene dos caras, es dócil y engaña, astuto y necio, intrigante e indolente, sensual y grosero, brutal y cruel, ingenuo y pobre de solemnidad. El señor necesita para gozar de este innoble instrumento (el valet), que es el compañero inseparable del noble y, a la vez, su ÉXTIMO. El valet y su señor, van juntos, se necesitan, uno no es sin el Otro. El valet como el partenaire-síntoma de su amo.
No hay ningún discurso del amo que se sostenga si no hace lugar a esta función que consiste en recordar al servidor de lo universal que come, bebe y se viste. “Recuerda que no eres más que un hombre” nos susurra el valet al oído. Es la evocación de la particularidad de la acción, en el momento mismo en que esta es celebrada por lo universal. Una evocación de la condición humana que está encarnada en el valet. En este mismo sentido, Hegel dirá “nadie es héroe para su ayuda de cámara”, pero no porque aquel no sea un héroe, sino porque este es el ayuda de cámara, que no ve en él al héroe sino al hombre que come, bebe y se viste.
Hablamos todo el rato de dos caras, por eso Miller cita “Kant con Sade”: para señalar que la Señora razón crítica se entrega a un desborde pulsional infernal. ¿Qué quiere decir con esto? Que detrás de Kant, como dice Lacan, hay que buscar siempre a Sade, detrás del deber, busquen siempre el goce, detrás de la virtud; el vicio, y detrás de la tragedia, la comedia. Esta es la vuelta que da Freud a la función del superyó. Señalando que este amo severo, en el humor, consiente en posibilitar al yo una pequeña ganancia de placer. Esta es la novedad del superyó que se mata de risa y dice “¡Goza!”. El segundo amo es aquel que observa la pareja del señor y del valet, y se ríe de ello. Este Tercero, goza y se regocija de su poder, sin darse cuenta que él mismo forma parte de la comedia.
Tenemos, por un lado, al señor Kant, profesor de lo universal, y por otro lado al señor Sade, profesor particular del Goce. Las acciones pueden entonces medirse por su adecuación al deber, al universal, al imperativo categórico, a la medida (Kant). No obstante, Hegel añade que también puede la acción ser examinada por lo particular, en el nivel de la particularidad: la realidad efectiva del individuo. En este sentido, el examen del valet consiste en satisfacer su cochinada de Ser viviente y gozador. Seguir la pista de la acción hasta allí donde ella satisface al sujeto en su particularidad. Para ello toma el ejemplo del “afán de gloria”, la acción procura la gloria de Napoleón. El que actúa llega a la intuición de sí mismo en la objetividad, y llega así al goce. En el goce que la conciencia encuentra en su propia excelencia.
Cosme Sánchez
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