La anamorfosis en el cuadro de Los Embajadores de Hans Holbein

Este escrito es una aproximación a la referencia al cuadro de Los Embajadores que Lacan aborda en las clases de su Seminario 11 Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis que llevan el título De la mirada como objeto a minúscula, y concretamente al Capítulo VII La anamorfosis[1]. Fue presentada en diciembre de 2020 en el Seminario de textos organizado por la Antena Clínica de Bilbao con la participación y docencia de Dévora Nitzcaner.

He tratado de responder al propósito de Lacan al enseñar este cuadro, ¿qué concepto es el relevante para Lacan? Lacan nos dice que este cuadro fue pintado antes de dos acontecimientos: Antes que Descartes inaugurara la función del sujeto y antes del desarrollo de la dimensión óptica que llamaremos geometral. Una pintura previa al sujeto cartesiano y al espacio geometral.

Lacan trata de situar el privilegio de la mirada en la función del deseo y para ello toma como referencia el libro de Baltrusaitis, Anamorfosis. La función de la anamorfosis pasa por obtener una figura ensanchada y deformada a partir de las líneas de la perspectiva. Lo particular es que si se la mira desde un determinado lugar, esa figura deformada podrá ser reconocida. En la anamorfosis hay dos tiempos y un intervalo; un movimiento que va de lo deformado a la forma, y que se puede revertir en función de la posición del sujeto.

Un ejemplo de anamorfosis, es el cuadro Los embajadores de Hans Holbein, pintado en 1533. En él aparece esta figura desconcertante. “El singular objeto que flota en primer plano, está ahí para ser mirado y atrapar así al que mira. El cuadro nos convoca como sujetos y nos representa como atrapados. Porque el secreto de este cuadro que presenta la vanidad de las artes y las ciencias, se revela en el momento en que, alejándonos un poco, volvemos luego la vista y descubrimos lo que significa el objeto mágico que flota. Refleja nuestra propia nada, en la figura de la calavera”.

Por otro lado, el juego delicioso de la deformación produce una fascinación y un júbilo que Lacan subraya como “el complemento de aquello que de la visión pasan por alto las investigaciones geometrales sobre la perspectiva”. El efecto de una erección, el cambio de estado y de forma. Algo simbólico de la función de la falta.

“Holbein hace visible algo que es, sencillamente, el sujeto como anonadado, la encarnación del menos phi de la castración, la cual para nosotros centra toda la organización de los deseos a través del marco de las pulsiones fundamentales. Pero la función de la mirada ha de ser buscada aun más allá, no el símbolo fálico, sino la mirada como tal, en su función pulsatil, esplendente y desplegada, como en este cuadro”. La anamorfosis le servirle a Lacan para hacer avanzar su pensamiento acerca de la mirada, ese objeto frente al cual el sujeto se encuentra suspendido, anonadado, en los límites de la estructura del lenguaje, más allá del símbolo fálico, más allá del espacio geometral, más allá del sujeto cartesiano. Su interés por el campo escópico le sirve para encontrar en la castración la clave de ese dominio particular.

Para finalizar, he encontrado una curiosa referencia del poeta cubano Severo Sarduy en un ensayo que lleva por título La simulación donde compara la anamorfosis del cuadro de Los Embajadores con la práctica del psicoanálisis. La lectura barroca de la anamorfosis se produciría mediante dos movimientos: el primero, una asimilación de lo visto a lo real; y el segundo, un alejamiento y especificación del objeto, que conlleva una crítica de lo figurado y una desasimilación de lo real. La conclusión del autor respecto a Los embajadores es la siguiente: “Ni concha ni cráneo –meditación sin soporte–; sólo cuenta la energía de conversión y la astucia en el desciframiento del reverso –el otro de la representación–; la pulsión del simulacro”.

Me pregunto si estos dos tiempos, en el primero de ellos el sujeto queda capturado, anonadado, y en el segundo se desplaza y ubica el objeto, podrían ser solidarios de la lógica de la Alienación y la Separación.

Cosme Sánchez, diciembre 2020

Antena Clínica de Bilbao

[1] Pag 86-97 de la edición de 2010.

COMENTARIO SOBRE EL SUEÑO “PADRE, ¿NO VES QUE ARDO?”.

Este comentario gira en torno a una cita situada al comienzo del capítulo VI del Seminario XI, trabajado este curso 20-21 en la Antena Clínica de Bilbao. La docente Débora Nitzcaner solicitó como referencia dicha cita de Lacan:

“La vez pasada abordé lo que entraña la repetición con el sueño del capítulo siete de La interpretación de los sueños, porque la elecciòn de este sueño -tan sellado y tan cerrado, doble y triplemente cerrado, ya que no es analizado- es muy significativa por tratarse de lo que mueve, en última instancia, el proceso del sueño. La realidad que determina el despertar, ¿es en verdad el ruido ligero contra el cual se mantiene el imperio del sueño y del deseo? ¿No será más bien otra cosa? ¿No será lo que se expresa en el fondo de la angustia de ese sueño? -a saber, lo más íntimo de la relación del padre con el hijo, y que surge no tanto de esa muerte sino de lo que ella es, allende de su sentido de destino”

Para situar la cita conté con la buena suerte de haber seguido las también magníficas clases anteriores, impartidas por Silvia Tendlarz y Mónica Torres, ya que en ellas hubo comentarios que orientaban sobre ese sueño paradigmático con el que Freud introduce el último capítulo de la Traumdeutung. Sueño que para Lacan “tiene un sitio aparte de entre todos los analizados en el libro: sueño en suspenso en torno al misterio más angustioso, el que une a un padre al cadáver de su hijo que yace a su lado. El padre se queda dormido y ve aparecer la imagen de su hijo que le dice “Padre ¿acaso no ves que ardo? Y es que se está quemado en el cuarto de al lado”. Anteriormente ha hablado sobre dicho sueño en el capítulo III, El inconsciente y la certeza, y sobre todo en las páginas 66-67-68 del capítulo V Tyche y automaton. Ahora, en el capítulo VI, páginas 76 y 77 vuelve a ser comentado.Lacan usa este sueño para plantear una nueva manera de entender tanto el concepto de repetición, como la función del Padre.

Para empezar, este sueño “tan cerrado, tan sellado, ya que no es analizado” es un sueño que Freud conoce a través de otra persona, de una paciente que a su vez lo escuchó en una conferencia sobre los sueños. La fuente queda totalmente perdida, aunque a la paciente de Freud le impresionó su contenido y no tardó en “resoñarlo”. Freud concluye rápidamente que dicho sueño (aunque uno diría que es una pesadilla) confirma la tesis de que el sueño cumple la función de ser el guardián del dormir y de ser la realización de un deseo ¿cual?: la de mostrar al niño otra vez con vida.

Para Lacan es algo que parece poco indicado para confirmar dicha tesis. Dice que Freud no le saca su provecho, lo coloca allí, al comienzo del capìtulo, e inmediatamente pasa a cambiar de tema, a continuar con una discusión sobre el olvido del sueño y el valor de su transmisión por parte del sujeto.

¿Qué queda sin analizar? Por un lado tenemos el pecado del Padre. Vamos del Padre pacificador al padre perturbador. De hecho, algo del Padre idealizado del psicoanálisis también es tocado en este seminario precedido por la excomunión de Lacan: ¿tratar de los pecados del Padre es un pecado? En contrapartida al padre ideal tenemos en este Seminario  al padre de Hamlet que clama venganza, a Abraham cuchillo en mano dispuesto a sacrificar a su hijo, o al “Padre que no ve” del sueño que arde.

No se trata, por lo tanto, del Padre como ley (la ley siempre es significante) sino de la causa, causa real, que provoca el despertar en el sueño. Despierta aquello real que no se deja atrapar por lo simbólico, aquello que el padre simbólico no ve y “expresa al fondo de la angustia de ese sueño”.

Como señaló Mónica Torres, no despierta la realidad, el resplandor que viene de la habitación vecina, el ruido de la vela al caer. Lo que le despierta es el golpe de lo real, la mirada como objeto a que aparece en el campo del Otro, en la invocación y el reproche del hijo al Padre. Queremos inventarnos que nos despertó “el ruido ligero contra el cual se mantiene el imperio del sueño y del deseo”. Pero es “otra cosa” la que despierta, el encuentro con lo real del objeto. Despierta la angustia, que no es sin objeto.

Tenemos entonces dos tipos de repetición: del lado del automaton, una repetición significante que adormece. Del lado de la tiké, un encuentro con el objeto, que angustia y despierta. Esta repetición queda situada ahora del lado de lo imposible, intentando capturar algo que siempre se le escapa: precisamente la causa de la repetición misma. Tenemos así el no cesa de no escribirse de la repetición ya que el significante no metaboliza todo el goce. La causa de la repetición es lo real. Cito a Lacan más adelante: es necesario fundamentar la repeticiòn en la propia esquizia que se produce en el sujeto respecto del encuentro.  Se repite lo imposible en cada encuentro fallido.

Para acabar: ¿qué es esa muerte más allá de su sentido de destino? Es la frase con la que acaba el párrafo y a la que he dado vueltas…a un accidente irrepresentable. ¿Qué hizo que ese niño muriera? Nadie puede decirlo, la muerte,, más allá de su sentido de destino es el sinsentido absoluto. Tenemos por lo tanto en el sueño lo real de la muerte y lo real del objeto mirada. Imposible de representar  e imposible de ver. Eso mueve la repetición.

Iñigo Martinez Peña

Antena Clínica de Bilbao

Referencias Bibliográficas en el Seminario 10 de J. Lacan. El sueño de la inyección de Irma por Paloma Larena

El sueño de la inyección de Irma, en el capítulo 2 de La interpretación de los sueños. “El método de la interpretación de los sueños. Análisis de un sueño paradigmático” de Sigmund Freud.[1]

Hemos elegido esta referencia porque surgió en las clases anteriores del Seminario de enero, desarrollado por D. Antoni Vicens, a propósito de la angustia del analista. A este sueño le dedicó Lacan los capítulos XIII y XIV del Seminario 2 “El yo en la teoría de Freud y en la técnica psicoanalítica” (1954-55).

Irma, Emma Eckstein (1865-1924), era paciente de Freud y amiga de la familia, viuda, de unos 30 años. El día anterior al sueño (24 de julio de 1895), Freud había recibido la visita de Otto amigo médico de la familia, quien le dijo que Irma estaba mejor “pero no del todo bien” (propensión al vómito). Esa frase de desaprobación es el motivo que desencadena el sueño, y antes de dormir Freud redacta un resumen del caso, para justificar si fuera necesario la conducción de la cura. Ésta se había interrumpido en verano, tras aportar Freud una solución que Irma no había aceptado. No sabemos cuál era, pero Lacan nos indica que en esa etapa todavía pensaba Freud que cuando el sentido inconsciente del conflicto fundamental de la neurosis quedaba descubierto, solo restaba proponérselo al sujeto. Si no lo acepta, es culpa suya.

En el sueño, Irma se presenta al lugar de vacaciones y le dice a Freud que tiene dolores en la garganta, el vientre y el estómago. Está muy pálida y Freud le pide que abra la boca para reconocerla. Ella se resiste un poco pero la abre y ve “a la derecha una gran mancha blanca, y en otras partes singulares escaras grisáceas cuya forma recuerda la de los cornetes de la nariz”. Esta es la primera parte del sueño para Lacan, están Irma y Freud en conversación. “Apresuradamente llamo al dr. M….” aquí empiezan a aparecer otros colegas médicos de Freud que examinan a Irma y hablan entre ellos: el dr. M, Otto, y Leopold.

No es una pesadilla, Freud no se despierta en el punto de angustia cuando ve el interior de la garganta de Irma, sino que prosigue por su deseo de saber, pero como señala Lacan, en esta “segunda parte del sueño” Freud ya no cuenta. Surgen personajes “trío de clowns” los llama Lacan, que forman parte de las identificaciones del yo, con diálogos absurdos hasta llegar a una visión, la fórmula de la trimetilamina[2] escrita en caracteres gruesos.

Como explica Freud al inicio del capítulo, trata el sueño como un síntoma y utiliza el mismo método de interpretación que para éste.

El soñante debe tomar nota de todo lo que se le pase por la cabeza y comunicarlo al analista, aboliendo toda crítica. En su caso, dice Freud que consigue el mismo efecto escribiendo sus ocurrencias.

Para Freud este sueño es paradigmático porque obtiene de su análisis la verdad primordial de que el sueño es siempre una realización de un deseo. En este sueño, se trata del “deseo de no tener culpa por la enfermedad de Irma” a pesar de que en su interpretación reconoce Freud por las asociaciones a las que llega: “Es como si me hubiera dicho: «No tomas con seriedad suficiente tus deberes médicos, no eres concienzudo, no cumples lo que prometes». “acto seguido quizá se puso a mi disposición aquel círculo de pensamientos para que yo pudiera aportar la prueba de cuan concienzudo soy y cuan a pecho me tomo la salud de mis allegados, amigos y pacientes”.

Pero veamos algunos detalles (no todos) de su análisis del sueño en el que sigue la pista a los 2 mecanismos lingüísticos característicos del pensamiento inconsciente: la condensación y el desplazamiento

 

  • Los síntomas de Irma en el sueño, no son de Irma sino que los presenta una amiga de ésta, de quien quizás esperase le pidiese ser su paciente aunque no cree que ocurra. Pero también le recuerdan a Martha por su palidez y sus dolores de vientre, que, nos dice no puede ser su paciente, “se siente embarazada ante mí y no la considero una enferma dócil”. Considera a la amiga, más sabia que Irma, nos cuenta, pero añade en una nota al pie: “Si quisiera proseguir la comparación de las tres mujeres, me llevaría muy lejos. Todo sueño tiene por lo menos un lugar en el cual es insondable, un ombligo por el que se conecta con lo no conocido”.[3] Si la paciente tiene problemas orgánicos que Freud no ha tenido en cuenta, entonces, a pesar de que esto le angustia “no estoy obligado a curarlos”, “mi cura sólo elimina dolores histéricos”. Pero sigue contándonos una serie de malas prácticas: la recomendación del uso de la cocaína que había hecho en 1884 que había llevado a la muerte a un amigo, él mismo se administraba cocaína para reducir unas penosas inflamaciones nasales y una paciente le había imitado y había contraído una necrosis de la mucosa nasal, en otra ocasión había producido una intoxicación a otra paciente llamada Mathilda (como su hija mayor, que se ha asociado ya a la “mancha blanca” por una enfermedad que pudo ser mortal) al suministrarle continuadamente sulfonal… “Es como si yo buscara todas las ocasiones que pudieran atraerme el reproche de falta de probidad (moralidad, integridad, honradez) médica”.
  • Apresuradamente, llama al Dr. M (que asocia con su medio hermano mayor), acuden Otto, y Leopold, asocia también la tuberculosis y la institución para niños enfermos en la que Freud trabajó, hay una referencia al vestido de Irma que deja sin explorar… y culmina con un diagnóstico que da el dr. M. «Es una infección, pero no es nada. Sobrevendrá después una disentería y se eliminará el veneno». Esto que le da risa, es un chiste, por un lado lleva a una deriva metonímica de difteria, disentería,.. como luego “propilo, propileno. . . ácido propiónico, trimetilamina”. Por otro lado a la eliminación por las heces.
  • La inyección y la fórmula. La inyección que da nombre al sueño, no se la puso Freud a Irma, sino en el sueño su amigo Otto, un preparado de….trimetilamina. La fórmula, en caracteres grandes, condensa el todopoderoso factor de la sexualidad y una referencia a su amigo Fliess “una persona cuya aprobación recuerdo contento cada vez que me siento aislado en mis opiniones”. La trimetilamina es un producto de la descomposición de animales y plantas, su estructura química se encuentra formada por un átomo de nitrógeno, tres de carbono y nueve de hidrógeno. En bajas concentraciones presenta un fuerte olora “pescado”, mientras que a altas concentraciones tiene un olor similar al del amoníaco. ¡Desde luego, no conviene inyectarla!.Unos conocidos de Freud le habían hablado de que podía ser uno de los productos del metabolismo sexual. Lacan, que también se había informado, nos dice que está presente en la descomposición del esperma al contacto con el aire, y es el responsable de su olor amoniacal.
  • No se dan esas inyecciones tan a la ligera . . . Es probable también que la jeringa no estuviera limpia.”. Fin del sueño y comparación con el cuento del caldero[4]: Freud reconoce que no hacen falta tantas excusas, con una cierta bastaría.

Porque como señala Lacan, todo el sueño explica la satisfacción de un deseo pre-consciente, incluso completamente consciente. Entonces, ¿por qué Freud lo considera tan importante?. Por ello, y sin tratar de rehacer el análisis que Freud hace del sueño, Lacan va a tomar como un texto único, el sueño y su interpretación.

Freud tenía 39 años, Martha, su mujer estaba embarazada de la que será la sexta y última hija, Anna. El diálogo con Irma, similar al que podría tener en sesión, condensa en ella a 3 mujeres: Irma, su mujer y la amiga seductora. Cuando Irma abre la boca, ve una visión angustiante “eres esto” de la carne informe. Abismo del órgano femenino del que sale toda vida, pozo sin fondo de la boca por el que todo es engullido, y también imagen de la muerte. Aparición angustiante, dice Lacan, de una imagen que resume lo que podemos llamar revelación de lo real… sin mediación, lo real último, objeto esencial que ya no es un objeto sino algo ante lo cual todas las palabras se detienen y todas las categorías fracasan, el objeto de angustia por excelencia.[5]

Punto de angustia, en que el sujeto choca con la experiencia de su desgarramiento, de su aislamiento respecto al mundo. Punto de corte, dirá en las lecciones que conforman el apartado “Las cinco formas del objeto a” del Seminario 10.

Pero Freud no despierta aquí sino que “no entiende lo que ve” y llama a otros. De nuevo son 3 personajes (descomposición espectral, imaginaria de la función del yo p. 251), y éstos “juegan con la palabra, la palabra decisiva y judicativa, con la ley” a propósito dice Lacan, de un interrogante fundamental para Freud ¿Cuál es la pertinencia de mi terapéutica de la neurosis? [6]

Y en esta segunda parte del sueño hay un punto culminante: como en la certeza delirante, de repente sabe que el culpable es Otto, pero es un medio para llegar al final, la fórmula de la Trimetilamina que ve escrita, “estructura de la palabra que se presenta en forma eminentemente simbólica”, el rumor universal. Y prosigue Lacan, “el inconsciente no es el ego (je) del soñante…es un Freud que ha atravesado ese momento de angustia capital… ha apelado al congreso de todos los que saben, se ha desvanecido tras ellos… y otra voz toma la palabra….,este sujeto fuera del sujeto.” (p.241) Matema del $.

Lacan, en este momento de su enseñanza está desarrollando y usa el esquema L; cómo se producen los síntomas cuando el inconsciente (una palabra que intenta pasar) se encuentra con la doble resistencia del yo y su imagen. Está diferenciando el registro simbólico del imaginario, para destacar que no hay un antes (de la palabra) en la constitución del sujeto.

 

“En el sueño de la inyección de Irma, en el instante en que el mundo del soñante se sume en el mayor caos imaginario, entra en juego el discurso, el discurso como tal, independientemente de su sentido puesto que es un discurso insensato. Se ve entonces al sujeto descomponerse y desaparecer. Este sueño implica el reconocimiento del carácter fundamentalmente acéfalo del sujeto, pasado un cierto límite. Este punto es designado por el AZ de la formula de la trimetilamina../.. En el punto en que la hidra ha perdido sus cabezas, una voz que ya no es sino la voz de nadie hace surgir la fórmula de la trimetilamina como la última palabra de lo que está en juego, la palabra de todo. Y esta palabra no quiere decir nada a no ser que es una palabra”. p.257-8

Lacan nos advierte, AZ podría ser N, no busquen la significación de alfa y omega, N de Nemo (nadie) porque su valor es el de palabra. Y lo asimila a mane, thecel, phares palabras escritas con fuego en el muro del banquete de Baltasar rey de Babilonia, que llaman a la interpretación.[7]

Dice Lacan “Así como en un análisis, el sueño se dirige al analista, Freud en este sueño ya se dirige a nosotros”. Sueña para la comunidad de los psicólogos, antropólogos… No es para él mismo que encuentra el alfa o el omega (en referencia a la fórmula) del sujeto acéfalo que representa su inconsciente. Sin haberlo querido, reconociéndolo sólo mientras habla o escribe la interpretación de este sueño, nos dice algo que es al mismo tiempo él y no lo es. Lo que en el sujeto, es del sujeto y no es del sujeto, es el inconsciente.

Y termina Lacan este trabajo sobre el sueño de Irma, con estas supuestas palabras que nos diría Freud[8] y de las que concluye “Este es el sentido del sueño”:

“Soy aquel que quiere ser perdonado por haber osado empezar a curar a estos enfermos a quienes hasta hoy no se quería comprender y se desechaba curar. Soy aquel que quiere ser perdonado por esto. Soy aquel que no quiere ser culpable de ello, porque siempre es ser culpable transgredir un límite hasta entonces impuesto a la actividad humana. No quiero ser eso.  En mi lugar están todos los demás. No soy allí sino el representante de ese vasto, vago movimiento que es la búsqueda de la verdad, en la cual yo, por mi parte, me borro. Ya no soy nada. Mi ambición fue superior a mí. La jeringa estaba sucia, no cabe duda. Y precisamente en la medida en que lo he deseado en demasía, en que he participado en esa acción y quise ser, yo, el creador, no soy el creador. El creador es alguien superior a mí. Es mi inconsciente, esa palabra que habla en mí, más allá de mí”.

Bellevue, inscripción “Aquí el 24 de julio de 1895, el Dr. Sigmund Freud halló el misterio del sueño”.

Adenda. Hay una referencia posterior en el Seminario VI[9]. Dice Lacan:

“….es muy difícil de captar ese famoso deseo con el cual en cada sueño, se supone, nos topamos por doquier. Recuerden el sueño inaugural, el sueño de la inyección de Irma, acerca del cual ya hemos hablado varias veces, sobre el cual escribí algo, sobre el cual volveré a escribir, y acerca del cual podríamos hablar un tiempo largo por demás. ¿Qué significa  exactamente? Sigue siendo muy incierto.

En el deseo del sueño, Freud quiere hacer ceder a Irma, quiere que deje, como se dice allí, de encabritarse frente a todos sus acercamientos. ¿Qué quiere? ¿Quiere desvestirla? ¿Quiere hacerla hablar? ¿Quiere desacreditar a sus colegas? ¿Quiere forzar su propia angustia hasta verla proyectada en el interior de la garganta de Irma? ¿O quiere calmar la angustia por el mal o por el daño causado a Irma? Pero ese mal es, nos parece, irremediable, tal como está bien articulado justamente en el sueño. ¿Es eso lo que está en juego? ¿Que no haya habido crimen?.”

Febrero 2021


[1] Presentada en el Seminario de Textos sobre el Seminario 10 La angustia de J. Lacan. Seminario del Campo Freudiano en Zaragoza. Capítulos XII y XIII impartidos por D. Oscar Ventura. 19 y 20 de febrero de 2021.

[2] Lacan, J. Seminario 2, p. 240-1

[3] Y posteriormente en la pág. 519 de La interpretación dice “aún en los sueños mejor interpretados es preciso a menudo dejar un lugar en sombras, porque en la interpretación se observa que de ahí arranca una madeja de pensamientos oníricos que no se deja desenredar, pero que tampoco han hecho otras contribuciones al contenido del sueño. Entonces ese es el ombligo del sueño, el lugar en el que él se asienta en lo no conocido”.

[4] A un hombre, su vecino le reprocha haber devuelto agujereado el caldero que le prestó. Y responde: que lo ha devuelto intacto, que el caldero ya estaba agujereado cuando se lo prestó, y por último que nunca lo pidió prestado.

En el sueño: la víctima ya tenía una enfermedad orgánica, el asesino era inocente de toda intención, y el crimen fue curativo porque la disentería liberará a la enferma (Lacan, p. 255)

[5] Lacan, op cit. p. 249

[6] Lacan, op cit. P. 238

[7] En el relato bíblico, el rey Baltasar había profanado los vasos del templo de Jerusalen usándolos como copas de vino. Aparece como una mano que escribe con fuego esas palabras y como nadie sabe explicarlas llaman al profeta Daniel, que le explica el significado de las tres palabras. Se trata de las predicciones de la caída del ey. Mane significa que Dios ha puesto fin a su reino; thecel, que su peso en la balanza no ha alcanzado el requerido; y phares, que el reino se ha dividido y se entrega a medos y persas.

[8] Lacan, op.cit p.258-9

[9] Lacan, J. Seminario VI El deseo y su interpretación. P. 48