Tercera conferencia del ciclo de  Conferencias y Debates de Psicoanálisis en Granada (2021-2022) “Lacan, un pensador para hoy”

Viernes, 14 de enero 2022

Comentario por Javier Cepero y vídeo de la conferencia

El discurso de la identidad transexual, comienza comentando M. Bassols, ha surgido de manera repentina. Hace dos décadas no se planteaba, por ejemplo, la necesidad de legislar sobre los derechos de los transexuales. Hoy, sin embargo, es considerado necesario en varios lugares del mundo, incluido España.

Este debate no parece simple de resolver por la vía únicamente jurídica. El recurso a la ley viene, en estas polémicas, a tapar el verdadero debate actual en el que los psicoanalistas, afirma Bassols,  debemos intervenir para introducir cuestiones importantes más allá de las confrontaciones ideológicas.

El sujeto trans no era considerado hasta hace poco un sujeto de hecho y de derecho. Debemos plantearnos hoy si el sujeto trans es un nuevo sujeto político y clínico.

Asistimos a una nueva mutación del discurso sobre el sexo donde el significante trans cristaliza una serie de cuestiones sobre la identidad sexual. Bassols se plantea, tomando a Helen Joyce, si lo trans es una nueva ideología. Cada vez hay más sujetos que se presentan bajo la identificación trans, nueva forma de identidad que porta el rasgo de lo fluido en el campo de la sexualidad.

En los años 60 lo trans era concebido como una patología, como “una falsa orientación mental” que no podía ser modificada y que requería un “ajuste del cuerpo a la mente”. Se introdujeron, así, los tratamientos hormonales y después el tratamiento quirúrgico. Lo trans se clasificó años más tarde como “disforia de género”, hasta que el discurso trans logró que se retirara esta categoría como un trastorno mental.

Sin embargo, este fenómeno, excepcional a mediados del s. XX, es hoy cada vez más común hasta el punto de ser promovido a la condición de nueva normalidad, la llamada “despatologización” de lo trans. Sin embargo, la supuesta inadecuación entre cuerpo y mente sigue siendo el mayor argumento para apoyar este reconocimiento de lo trans como una nueva identidad sexual y para legitimar formas de tratamiento medicalizado. El discurso trans no ha escapado a esta medicalización. El dualismo cartesiano entre cuerpo y mente, que el psicoanálisis, y Lacan, criticó, está siempre supuesto en la mayor parte de los desarrollos del discurso trans. Descartes habló de una tercera sustancia, la “sustancia divina”, que nosotros podemos llamar “sustancia gozante”, sin la que no puede entenderse nada de la relación entre la mente y el cuerpo.

Para el psicoanálisis no hay ninguna esencia natural del ser sexuado. Todas las Teorías de Género atribuyen el género a lo cultural, oponiéndolo al sexo biológico como natural. Para el psicoanálisis no hay una frontera tan clara entre naturaleza y cultura, como tampoco la hay entre sexo y género.

Sexo y género no se entienden, para el psicoanálisis, sin su referencia a lo simbólico del lenguaje. Hombre y mujer son dos significantes en lo simbólico que intentan atrapar algo de esa diferencia radical que la sexualidad introduce en el ser humano. A falta de esta referencia a la estructura simbólica del lenguaje la idea de una inadecuación entre cuerpo y mente tendrá siempre un lastre de sentido religioso del cual el discurso trans no parece poder sustraerse para abordar lo real del sexo. El mismo discurso trans habla de hombres y mujeres trans, sin poder salir del binarismo que se pretende superar. Incluso lo no binario solo puede definirse, binariamente, en su relación con lo binario. Es el lenguaje mismo el que impone el paradigma binarista por su propia estructura. La diferencia hombre-mujer es fruto del binarismo del lenguaje, no de una esencia natural. El discurso trans actual se sostiene en la idea de la transición de un sexo a otro, sin poder salir de este binarismo estructural.

En los años 60 y 70 del s. XX la mayor parte de casos de transexualidad eran hombres que transitaban a mujer, tomados por la certeza de ser una mujer y que pasaban por la experiencia de la eviración, de la castración real, de donde Lacan tomó la expresión del “empuje a la mujer”. Se trataba de casos en los que no cabía la posibilidad de un retorno en esa transición movida por ese “empuje a la mujer”.

Actualmente sigue habiendo casos trans ordenados en torno a esta certeza y a la clínica de la psicosis; pero, hoy, esta clínica no recubre el conjunto del fenómeno trans. Actualmente se ha invertido totalmente la tendencia del s. XX. Antes, la mayor parte de los diagnósticos de “disforia de género” se realizaban en la infancia; hoy, sin embargo, se realizan principalmente en la pubertad o la adolescencia. Hasta el año 2014 estos diagnósticos se hacían en hombres que transitaban a mujer, pero en el año 2020 las niñas doblaban en número a los niños y en el caso de adolescentes los cuadruplicaban. Ya no se trata de un “empuje a la mujer”, se trata actualmente de un “empuje a lo trans”. Lo trans mismo se ha constituido en un polo de identificación. Lo trans es, hoy, un fenómeno transclínico.

El psicoanálisis no patologiza lo trans, pero pueden existir patologías previas en estos sujetos que necesitamos escuchar y tratar para entender cómo se inscribe en ellos el recurso a lo trans. J. A. Miller señalaba que el cambio trans es hoy un plus de goce en sí mismo; así, este plus de goce al que se pretende acceder no estaría tanto en el otro lugar al que se querría llegar, sino en el propio tránsito y de un modo que sea reversible. Esto cambia la perspectiva epistémica, clínica y política del fenómeno trans. Un buen ejemplo de ello es el testimonio del activista trans Miquel Missé para el que la experiencia trans puede llegar a ser hoy “la promesa de un tránsito sin cambio definitivo”, sin certeza sobre la identidad o el punto de llegada. De tal modo que solo un “verdadero trans” cree que hay realmente una diferencia absoluta entre los sexos para pasar de uno a otro. A lo que asistimos actualmente en el fenómeno trans es a una relativización absoluta de la diferencia sexual. Hoy lo trans se presenta como un nuevo ideal para recubrir la falta de identidad estructural del sujeto consigo mismo y especialmente en lo relativo a la identidad sexual.

En este punto Bassols interroga dos categorías que han producido, afirma, un gran malentendido en el debate sobre el género y lo trans: la diferencia y el binarismo.

Respecto a la categoría de la diferencia establece una diferencia relativa que es la diferencia significante en el espacio de lo simbólico y una diferencia absoluta que atañe a la diferencia entre el sujeto y el goce de su cuerpo. La diferencia absoluta pone en cuestión la idea de una transición de un lugar a otro, porque aquí lo que nos encontramos es un lugar…sin Otro. El sujeto infantil se confronta en primer lugar a la diferencia absoluta y solo desde el lugar del Otro simbólico se leerá esa diferencia a través de la diferencia relativa, con los significantes niño-niña, en el espacio de lo simbólico. Lacan llama a esto el “error común”, ya que en lo real no existe esa diferencia relativa que introduce lo simbólico. El verdadero transexual quiere liberarse de este error de lenguaje y hacerlo pasar a lo real del cuerpo. Siempre habrá para el ser hablante una inadecuación del significante respecto al goce y, por tanto, podemos afirmar, en este sentido, que todos los cuerpos están equivocados.

Respecto a la categoría de binarismo, en primer lugar, debemos tener en cuenta que el lenguaje es un sistema binario; sin embargo, un sistema binario no incluye el número dos, sino que está compuesto de unos y ceros. Esto ya debe alertarnos de todo lo que se dice en torno al binarismo de los dos sexos. Este problema del binarismo se planteó en la lógica de las identidades LGTBIQ+, letras que forman una cadena significante que se definen por su relativa diferencia respecto a las otras y cuya lógica es binaria. Para el psicoanálisis la lógica binaria del significante puede explicar solo una parte de qué es el goce sexual y qué es un ser sexuado. La lógica de la sexuación, para Lacan, no sigue la lógica binaria. En los años 70 establece cuatro posiciones sexuadas, según sus fórmulas de la sexuación, y afirmará que solo puede haber identificación sexuada desde el lado femenino de la sexuación. Esta articulación de Lacan, distinta a una lógica binaria, no ha sido jamás abordada por ningún estudio de género.

Para M. Bassols debemos poner en cuestión, desde el psicoanálisis, que haya dos lugares definidos entre los que poder transitar ya que en la lógica del inconsciente no hay representación binaria de los sexos que permita establecer una relación entre ellos. El problema estriba en que intentar legislar sobre el tránsito, en este intervalo infinito, entre dos lugares…lleva siempre a lo peor, puesto que las leyes funcionan siempre bajo la lógica del “para todos”, mientras que desde el psicoanálisis funcionamos con la lógica del “no todos”; por tanto, no hay norma jurídica posible para ordenar este campo. Generalmente se apela al legislador cuando aparece una falta en el Otro simbólico; pero, dado que no hay Otro del Otro que pueda regular el campo del goce…si el legislador se ubica en ese lugar lo hará desde una posición de impostor, ya que el campo del goce no puede suturarse con ninguna norma jurídica. Intentar legislar este campo conduce necesariamente a un impasse. El psicoanálisis tiene algo que decir a los legisladores a este respecto.

Para el psicoanálisis no hay autodeterminación del sexo. La sexuación en el ser hablante siempre tiene un pie en el Otro. Al respecto, M. Bassols toma aquí a Keira Bell como caso que permite ilustrar las consecuencias posibles de tomar como evidente la autodefinición de un sujeto como ser sexuado.

En segundo lugar, la posición sexuada no es fruto de un acto performativo; por tanto, debemos poder interrogar cualquier autodefinición sexuada sin encontrar impedimentos legislativos para ello.

En tercer lugar, la decisión de someterse a tratamientos en el cuerpo, en el transcurso de un proceso trans, puede tener para el sujeto un carácter sintomático; sin embargo, el Proyecto de Ley en España desliga la existencia de patologías psiquiátricas previas de la decisión de querer modificar el cuerpo vía hormonal o quirúrgica.

Por último, la cuestión se torna aún más delicada cuando se trata de sujetos en edades previas a la pubertad. Dar por sentado, en edades infantiles, que la decisión del sujeto sobre su posición sexuada ya ha concluido -cuando sabemos de la existencia de momentos de discontinuidad y resignificación en la sexuación de un sujeto, como lo es, por ejemplo, la pubertad- supone arrogarse una aparente defensa de la supuesta libertad del sujeto infantil que, sin embargo, se revela como una nueva sumisión a los ideales promovidos en uno u otro momento de la civilización.

Posteriormente se abrió un interesante debate en torno a cuestiones como la posición del legislador como impostor cuando legisla sobre el goce y su incidencia en la clínica posible de los sujetos trans.  El goce femenino y lo trans, las estructuras clínicas y el fenómeno trans, lo trans como fenómeno transclínico, el transgénero y el transexual… y otras cuestiones que harán que merezca la pena acudir al video de la conferencia a escucharlo con el interés que el tema tiene para los psicoanalistas hoy.

 

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